[pp. 53-56]
No debes, puedes, debes poder
Masters of sex | Showtime | 2013
Georgina Vorano

Centro de Investigación y Estudios Clínicos



Las series de televisión

Las series de televisión son una nueva forma narrativa, que expresa de forma privilegiada el espíritu de algunas sociedades contemporáneas. Su estructura es consonante con ciertas características de la actualidad, como lo son la pluralidad, fragmentación y ausencia de certezas capaces de ordenar y homogeneizar el relato contemporáneo (Wacjman, 2010). Especialmente aquella forma específica que se denomina serial. En ellos, varias líneas argumentales se lanzan y no necesariamente se resuelven. Estas nuevas formas narrativas parten de algo que es imposible de contar. Son descreídas. De antemano saben que no hay una verdad que pueda ser dicha, al menos no del todo y entonces no persiguen ningún horizonte de armonía o resolución final, aunque de vez en vez lo prometen. Se construyen como un torbellino o un tornado alrededor de algo que no se puede narrar, no porque no tengan buenos guionistas, sino porque no se puede articular en palabras e imágenes. Se construyen alrededor de un imposible.

¿Cuál sería ese cuello de embudo en Masters of sex? Lo que, con ironía, podemos leer en su título, a la inversa: lo incognoscible del sexo, de la sexualidad, especialmente de la femenina, que el obstetra Bill Masters (Michael Sheen) intentará atrapar.

En los primeros minutos del piloto, el Dr. Masters, científico, está sentado en una mesa con Betty (Annaleigh Ashford), quien tiene sexo con hombres por dinero pero le gustan las mujeres. A través de mirar sus actos sexuales, medir e interrogarla quiere investigar la sexualidad y establecer un ciclo de respuesta sexual estandarizado. Pero sus mediciones no coinciden con las respuestas que le transmite Betty. Ella le hace saber que de esa forma hay algo central que estará lejos de conocer, que mejor se busque una mujer. Después de todo Bill la escucha, algo escucha, porque se deja encontrar por una mujer que le resulta enigmática, Virginia Johnson (Lizzy Caplan), con la cual emprenderá clandestinamente sus investigaciones experimentales sobre sexualidad.

La mirada, la perspectiva en esta serie, no es la de él ni la de ella, es una mirada lúcida, un tanto irónica, que está cincos pasos más allá despabilando al espectador al mismo tiempo que le cuenta algo. Es una mirada de revisionismo histórico que propone una manera de concatenar los acontecimientos de la revolución sexual.

Solo sexo

Esta serie es astuta para transmitir, sin desacreditar, la operación artificial que la ciencia positiva realiza para la producción de sus propios objetos de estudio. Esto no es ajeno a ninguna disciplina, a ningún campo epistémico o teoría. De alguna manera estamos siempre inventando aquello que queremos descubrir en alguna parte. Algunas teorías lo hacen advertidas de esto. Otras no.

La ciencia llamada positiva, o un derivado el cientificismo, considera que se puede aislar y recortar el sexo como un objeto de estudio medible y separable del sujeto que lo experimenta (Dessal, 2009). Y así, observarlo, medirlo, manipularlo. ¿Dónde está el sexo? ¿dónde está la sexualidad? Esta operación implica la asignación de un topos a ese objeto que se pretende estudiar. No es algo natural, la atribución de una superficie, de un territorio, de un sustrato material en el cual se localizaría aquello que se quiere investigar ya es una suposición humana, ya es una operación artificial.

“¿Cómo siente una mujer un orgasmo?”, le pregunta Bill a Virginia. Allí el contraste. Es un forzamiento pretender aislar la sexualidad. Puedo estudiar el ojo por separado del sujeto, pero no la mirada. Puedo estudiar una oreja por separado, no importa tanto de quién, pero no la manera de escuchar o como suena algo para cada uno, puedo estudiar la risa como emisión fónica pero no explicar por qué eso hizo reír a él o a ella. Nos pueden intentar explicar cómo sintieron o cómo fue algo para alguien, y por suerte para eso existe la poesía, pero siempre algo se pierde, algo no se transmite. Para franquear esa hiancia, la ciencia positiva inventa otros objetos técnicos, considerando que no condicionan la experiencia que pretenden estudiar, como si estuviese allí pura, para descubrir y extraer. A veces desconociendo hasta el “principio de incertidumbre”, que implica que aquello que es siquiera observado es afectado por el observador generando un margen de incertidumbre en la medición (Ferrater Mora, 1994).

No debes – Puedes – Debes poder

Masters of sex se sitúa en 1956, tiempos en los cuáles se gestó la revolución o liberación sexual. Esta denominación hace referencia a un momento político-social ocurrido en la segunda mitad del siglo XX en países occidentales en el cual se erige un movimiento que desafía los valores y nociones tradicionales sobre la sexualidad. Esto ocurrió a partir de la década de 1950 y sus efectos pueden encontrarse hasta la actualidad. Aunque los cuerpos participaban de manifestaciones de diverso tipo, podríamos entender a la revolución sexual principalmente como un discurso. No hay un movimiento político-social sin discurso. Las premisas de este discurso se asentaban en la igualdad de géneros, los métodos anticonceptivos, las relaciones sexuales pre-matrimoniales, la libertad en la elección de la orientación sexual, el amor libre o el poliamor y la reivindicación del cuerpo humano, su desnudez y la diversidad de prácticas sexuales, entre otros. Algunas consignas obtuvieron su éxito (hablando siempre de las llamadas sociedades contemporáneas occidentales) y otras continúan siendo reclamadas por sectores.

Estas reivindicaciones políticas, constituían su acervo teórico, abrevando del psicoanálisis, de la filosofía y los poetas. En ese momento encontraron una legitimidad a través de otro discurso: el científico. Dos fueron los principales exponentes que participaron. El Dr. Kinsey, sobre el cual hay por lo menos una película, y los estudios de la pareja Masters-Jhonson sobre los cuales versa Masters of sex. Ambos estudios produjeron evaluación y estadísticas, en situaciones controladas y bajo los métodos de la ciencia positiva, sobre el comportamiento sexual principalmente en torno a adolescentes, la orientación sexual, la presencia de deseos homosexuales en sujetos heterosexuales, tipos de prácticas sexuales, la estandarización de un ciclo de respuesta sexual y “disfunciones”, en población femenina y masculina, de diversas edades y estratos socio-económicos.

El psicoanálisis fue una de las condiciones de producción de la revolución sexual. No porque necesariamente lo quisiera o porque aquello hubiera sido su aspiración, porque en líneas generales no tiene otra aspiración más que analizar, sino porque sirvió como saber para ello, teniendo en cuenta que en la producción discursiva nunca se está a salvo de dominar:

(…) la referencia de un discurso es lo que manifiesta querer dominar. Con esto basta para clasificarlo en el parentesco del discurso del amo. (…) el discurso del analista, debe encontrarse en el punto opuesto a toda voluntad, al menos manifiesta, de dominar. Digo al menos manifiesta, no porque tenga que disimularla, sino porque, después de todo, es fácil deslizarse de nuevo hacia el discurso del dominio. (Lacan, 1969-70, p. 73).

“El psicoanálisis produjo daños sensacionales en la tradición” (Miller, 2005). En tanto no tardó en ingresar al discurso social y convertirse en combustible para desmontar las prohibiciones de la tradición. De este modo, la revolución sexual podría entenderse como uno de los efectos del “éxito” del psicoanálisis.

El tiempo de Freud, en el que el psicoanálisis se inventó como un síntoma de su época, era un tiempo en el que dominaba la prohibición/privación con respecto al goce. Esa fue una condición necesaria para el surgimiento del psicoanálisis (Miller, 2004). Si bien a fines del siglo XIX y principios del XX, reinó la llamada moral victoriana, ésta convivía con un renovado culto a lo erótico que conformaba el espíritu de fin de siglo (Elleberguer, 1970[1976]). Luego, con las últimas obras de Freud y el develamiento de los semblantes y la hipocresía de la posguerra, entre otros acontecimientos, adviene a partir de los años 50´, un tiempo que se podría llamar de permisividad o transgresión, la llamada revolución sexual.

Ahora bien, ¿existe una liberación sexual, absoluta y estándar? ¿es posible pensar que uno de los éxitos de la liberación sexual es el imperativo de satisfacción del siglo XXI? El mandato de ser libre y pleno sexualmente. Es posible, si seguimos el planteo de Freud en el que pone de relieve la paradoja por la cual lo permitido suele volverse obligatorio (1912-13[2006] p.142). Asimismo, con el psicoanálisis como combustible, entre otros, con la legitimación y producción de saber de la ciencia positivista, más la producción técnica de objetos podríamos captar el éxito de la liberación sexual a través del imperativo de satisfacción, entendiéndolo como el discurso hipermoderno. En este, el lugar del agente lo ocupa el objeto a, que se impone al sujeto dividido para colmarlo incansablemente, invitándolo a producir los significantes de la evaluación con respecto a los cuáles estará siempre en insuficiencia, evaluación que no se reintegra a un saber, quedando este en su lugar de semblante. Así, el discurso hipermoderno tiene la misma estructura que el discurso del analista, lo cual Miller subraya con ironía: “(…) el discurso de la civilización no es más el envés del psicoanálisis, es el éxito del psicoanálisis ¡Bravo!” (2004). Ante esto, la brújula del psicoanálisis es lo imposible, contenido en aquél aforismo lacaniano que dice “la relación sexual no existe”, en tanto lo que no existe es la complementariedad, el maridaje natural (Miller, 2004).

Sin esta orientación se podría considerar que la liberación sexual todavía no se realizó de forma acabada porque el Amo es conservador, abundan voluntades retrógradas e hipócritas entre los sujetos, así como defensas morales. Eso sin duda. Además, cíclicamente advienen respuestas contrarias a las tentativas de transgresión (Lacan, 1969-70[2008] p.77).

El asunto es que no sería únicamente por eso que la liberación como tal, general y taxativa, no advino. Sino porque hay algo imposible en torno a lo sexual. Paradójicamente, si seguimos la brújula de los discursos y de la imposibilidad, el movimiento dialéctico sería prohibición-permisividad-imposición (Miller, 2014). Lo inapresable e irresoluto de lo sexual, por lo cual el goce absoluto, como tal es imposible (condimentado con el romance entre el discurso científico y el discurso capitalista), sería una forma de captar cómo una aspiración de libertad puede encontrarse con nuevas cadenas. Un movimiento dialéctico que se despliega del no debes, al puedes y luego al debes-poder.

Libertad condicional

Si el goce absoluto no existe, el goce es limitado. Es limitado a cada quien. El principio ético del psicoanálisis que preserva y erige la singularidad de los sujetos como valor fundamental, implica que la libertad a la que se podría aspirar es una libertad paradójica, incompleta, condicional. Es la de encontrar las marcas de goce a las que está sujeto un sujeto, a las que está atado un cuerpo. Esas marcas que conmemoran el encuentro de un sujeto con el goce producen los bordes y las fronteras que delimitan lo singular, lo propio, la máxima diferencia de cada quien. Esa sería la libertad condicional.

Referencias

Dessal, G. (19 de octubre 2009). Entrevista realizada por Martín Arduriz. AMP Blog, disponible en: http://ampblog2006.blogspot.com.ar/2009/10/entrevista-gustavo-dessal-proposito-de.html

Ellenberguer, H. (1970[1976]). El descubrimiento del inconsciente. Historia y evolución de la psiquiatría dinámica. Madrid: Editorial Gredos.

Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía. Barcelona: Ed. Ariel.

Freud, S. (1912-13[2006]). “Tótem y Tabú”. En Obras Completas, Volumen 13, Buenos Aires: Amorrortu Ediciones.

Freud, S. (1912 [2006]) “Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa” (Contribuciones a la psicología del amor II)” en Obras Completas Vólumen XI. Buenos Aires: Amorrortu.

Lacan, Jacques. (1969-70[2008]). El seminario de Jacques Lacan, Libro 17 “El reverso del psicoanálisis”. Buenos aires: Paidós.

Miller, Jacques-Alain. (2004). Una fantasía. Conferencia en IV Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Comandatuba, Bahía, Brasil.
Miller, Jacques-Alain. (2005). Anguila. Conferencia pronunciada en radio France-Culture. Disponible en http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-192679-2012-04-26.html

Waar, H. (2008): "Amamos a aquél que responde nuestra pregunta: ¿quién soy yo? Entrevista a Jacques-Alain Miller” en Revista Consecuencias, junio 2011, Nº 6. Disponible en: http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/006/template.asp?arts/alcances/Amamos-a-aquel-que-responde-a-nuestra-pregunta-Quien-soy-yo.html

Wajcman, G. (2010). “Tres notas para introducir la forma ‘serie’”. Revista del Departamento de Estudios Psicoanalíticos sobre la Familia – Enlaces [ICF – CICBA]. Año 12 Nº 15. Buenos Aires: Grama Ediciones.



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