[pp. 43-46]
La tristeza, una pasión del alma, en El gato en el tejado de zinc caliente
Cat on a Hot Tin Roof | Richard Brooks | 1958
Roberto Bertholet

Michel de Montaigne (1533-1592 [2011]), en sus Ensayos, califica a la tristeza de “pasión”. Y más aún: al terminar el capítulo II, la destaca como una “pasión violenta”, propia de la “fragilidad humana”.

Es a esta “pasión violenta”, la tristeza, que vemos aparecer en el personaje de Brick (Paul Newman), en la película El gato en el tejado de zinc caliente (1958) dirigida por Richard Brooks, co-autor del guión sobre la obra Cat on a hot tin roof de Tennessee Williams. Fue estrenada en 1958, interpretada por Elizabeth Taylor y Paul Newman, a lo que se suma una magnífica actuación de Burl Ives.

Una familia millonaria, propietaria de un campo en el sur de Estados Unidos, se reúne para festejar los 65 años del patriarca, al que llaman Gran Papá (Burl Ives). La familia está formada por un joven matrimonio, Brick y Margaret (Elizabeth Taylor), el hermano mayor de Brick, Gooper (Jack Carson), su mujer Mae (Madeleine Sherwood), sus cinco hijos pequeños y la esposa de Gran Papá, a la que llaman Gran Mamá (Judith Anderson).

En un ambiente de fiesta por el cumpleaños, una gran noticia: los análisis hechos al patriarca sobre su posible cáncer de intestino han resultado negativos. Será, entonces, una reunión doblemente alegre. Hay música, comida y bebida, servidos por personal negro.

Pero esta alegría se muestra muy frágil, cuando las verdades van apareciendo: Brick consume alcohol sin medida y la relación con su esposa está destruida a partir del suicidio de su amigo y compañero de fútbol americano, Skipper. La culpa por la muerte de su amigo como también los celos y el odio por la sospechada infidelidad de su esposa con Skipper, aunque negada por ella, construyen para él los motivos de tanto dolor.

A su vez, las ambiciones de un placer largamente postergado por Gran Papá para su vida van de la mano de una cruel sinceridad al decir que jamás ha amado a su esposa en cuarenta años de matrimonio.

No pasa mucho tiempo hasta que una nueva verdad se da a conocer: el médico revela que Gran Papá tiene un cáncer en estado tan avanzado que no hay nada por hacer, salvo la aplicación de morfina para aliviar el dolor. A partir de allí, el director logra extraer de cada personaje y de cada actor, las mejores actuaciones que seguramente pudieron dar, en particular la de Burl Ives.

Hay una densa trama argumental, que refleja la riqueza del texto de Tennessee Williams, que incluye la desesperación no disimulada del hermano de Brick y su cuñada por apropiarse de la fortuna familiar, anticipando la desaparición del padre.

La película muestra claramente cómo esta familia presenta un modo de lazo de cada sujeto al Otro caracterizada por la violencia, el egoísmo, el desprecio y la desconsideración.

El director Richard Brooks logró intensas escenas en que aparece con claridad ese lazo al Otro de la familia, dando la impresión de que el título de la película es aplicable no sólo a uno de los personajes sino a todos y cada uno de los miembros de esa familia:

- ¿Sabes cómo me siento? Como una gata sobre un tejado de zinc caliente.
- Los gatos saltan de los tejados y no se hacen daño. Adelante. Salta.
- ¿Saltar adónde?

Diálogo entre Brick y Margaret, en el que cada uno expresa su desgarradora soledad. A lo largo de la película, todas las relaciones están teñidas de una hipocresía poco astuta, por momentos torpe y cruel. Y una ausencia muy evidente de expresiones tiernas en el lazo amoroso. La dirección de la película se ocupó eficazmente de generar una ausencia de placer en los espectadores, en reflejo a la ausencia de placer en todos los personajes del film. Sólo se ven cordiales y atentos a los empleados de la casa.

Brick sufre un profundo dolor. Cree que contribuyó al suicidio de su amigo al no responder a su llamado y tiene una fantasía que lo atormenta: Maggie y Skipper mantuvieron un encuentro sexual. Está celoso por la infidelidad y no quiere hablar de ello. Se mantiene inexpugnable a cualquier diálogo que propone su mujer. Se encierra y su único partenaire es el alcohol.

Pero no es sólo ése su drama: la relación con su padre expresa una fuerte tensión de odioamoramiento (lectura que hace Jacques Lacan del concepto de “ambivalencia” freudiano).

El padre representa al amo, muy lejos del amor, una figura de padre autoritario, que ha fracasado en su transmisión de una posición viril para la vida de sus dos hijos varones. Brick se mantiene en una posición demandante y por lo tanto, de permanente frustración de amor en relación a su padre, con las complicaciones a nivel de su masculinidad, de su relación a una mujer y en una posición infantil para con toda su familia.

El final depara una sorpresa: en un ambiente muy significativo, el sótano de la casa, padre e hijo, Gran Papá y Brick, mantienen un diálogo tenso, difícil, pero también vital, cuando los semblantes amos (de los que cada uno fue títere y actuó un papel en su pantomima) no ocupan todo el lugar y dejan espacio subjetivo para que otro lazo pueda generarse.

Brick le dice a su padre: “¡¡El hombre que construye imperios muere y también los imperios!!”
Y su padre le responde: “No, están tú y Gooper”.

A lo que Brick decididamente contesta: “¡¡Mira lo que es Gooper!! ¿Es lo que querías que fuera? Mírame a mí. Soy un niño de 30. Pronto seré un niño de 50 años. No sé en qué creer. ¿Para qué vivir? Debe haber algún fin en la vida, algún sentido. Mírame, por amor de Dios, ¡antes de que sea tarde! Por una vez en tu vida, mírame como soy. Soy un fracaso. Un alcohólico. No valgo ni el precio de un entierro decente”.

Lacan (1973 [2012]) sostiene en su texto Televisión: “la tristeza (…) es una falta moral, como se expresaba Dante, o también Spinoza (…) que sólo se sitúa en última instancia a partir del pensamiento, es decir, a partir del deber de bien decir o de orientarse en el inconsciente, en la estructura” (p. 552).

El efecto de no orientarse en el inconsciente, del no-querer-saber de las verdades particulares y de las determinaciones simbólicas que gobiernan la propia vida, considera Lacan que lleva a la tristeza. La tristeza es consecuencia de un modo de relación a la falta, propia y del Otro: una falta de consentimiento a la falta, a lo que debe conjugarse que no se forme un síntoma que haga las veces de un tratamiento metafórico del inconsciente.

Brick, agobiado por la culpa en relación con su amigo y por los celos con su esposa, sumado a su frustración de amor en relación con el padre, termina en una profunda tristeza. Culpa, celos y frustración de amor son las coordenadas que mantienen un modo de gozar en él, lejos de la responsabilidad por la significación inconsciente de cada una de estas complicaciones en su vida.

Lacan retoma los desarrollos conceptuales freudianos que articulaban el inconsciente con las pulsiones, el retorno de lo reprimido vía la voluntad de decir propia de lo inconsciente, con las variadas formas de satisfacciones pulsionales.

En esta perspectiva, Jacques Lacan reformula el concepto de inconsciente freudiano y, desde el Seminario 11 en adelante, lo va construyendo como un saber sobre lo real del goce (Lacan, 1964 [1973]). Y en el Seminario 23 (Lacan, 1975-1976 [2006]), a partir de la nueva conceptualización del síntoma (sinthome), encontramos la reformulación del concepto de pulsión.

La reformulación del inconsciente y las pulsiones le permite recuperar de la filosofía a las “pasiones” y darles valor de articulación entre el saber inconsciente y lo real del goce. En el lugar conceptual en que Freud ubica a las fantasías, Lacan —en su última enseñanza y con un paradigma diferente al freudiano— coloca a las pasiones como soldadura entre inconsciente y goce. La tristeza junto con el tedio, el aburrimiento, el gay-saber, la felicidad y la beatitud, quedarán ubicadas por Lacan como “pasiones del alma”. Coloca como primera en su lista de las pasiones, a la tristeza; sin dudas, por su valor central en el siglo pasado y en lo que va de éste. La tristeza, para Lacan, es un saber, pero cortado de la vida, del deseo. En su última enseñanza, hace uso de la teoría de las pasiones para pensar las dificultades del sujeto con un cuerpo que siempre le es exterior.

La tristeza, una falla moral, un pecado. Lacan hace comparecer a Dante, a Spinoza, a la tradición religiosa y filosófica; allí busca referencias sólidas y esclarecimientos.

En el siglo IV, la Iglesia cristiana elaboró doctrina sobre la tristitia, la acedia y la desperatio. En palabras de Juan Casiano (360-435), la acedia era una “preocupación o tristeza del corazón”; que afectaba a algunos monjes, en especial a los ascetas, perturbando la comunión con Dios. A lo largo de toda la Edad Media, la tristitia provocó un desarrollo de doctrina al respecto, desde que Juan Casiano la ubicó como uno de los ocho pecados capitales: gula, lujuria, avaricia, ira, tristeza (tristitia), acedia, vanagloria y orgullo. Pecado capital: no estar en armonía con Dios por ceder a una fuerza contraria, representada por el demonio. En el libro X de Institutos de los cenobios, titulado Del espíritu de la acedia, sostiene:

Nuestro sexto combate es con lo que podemos denominar fatiga o angustia en el corazón. Algunos de los antiguos dicen que eso es el demonio meridiano, del que habla el salmo noveno. Produce disgusto con el lugar y desdén y desprecio por los hermanos. También hace al hombre perezoso y negligente en cualquier tipo de trabajo que haya que hacer (Jackson, 1989, pp. 67-77).

Según la enseñanza de Lacan, la tristeza pone en evidencia una dificultad en la elaboración simbólica, un goce que empuja desde un más allá del inconciente, más allá de lo que la doctrina religiosa inventa como Dios (uno de los nombres del inconciente).
El despoblamiento simbólico, efecto de lo insoportable (frente al que el sujeto no pudo responder ni con la seguridad fantasmática ni con un síntoma) lleva hacia la tristeza y a su vertiente de goce superyoico. La desestabilización de los significantes en el Otro facilita que la voz superyoica haga de las suyas, ordenando gozar sin conexión con ningún bienestar. Satisfacción mortífera de la pulsión que se hace presente en ocasión de la vacilación fantasmática, al mismo tiempo que afecta el brillo narcisista y el goce fálico.

Brick acusa a su padre, demanda a su padre, actúa para su padre un papel de castrado, de impotente. Le hace sentir el fracaso a su padre. En tal posición queda encerrado en el lugar de un hijo que espera de su padre las claves para desenvolverse en la vida.

Sólo puede moverse de esta posición cuando al final de la película se hace presente la castración del Padre Omnipotente, cuando reconoce la proximidad de la muerte y le ofrece a la vez que le pide ayuda a su hijo:

- Tengo agallas para morir, pero tú ¿tienes agallas para vivir?
- No lo sé.
- Podemos intentar. Empecemos ayudándonos a subir la escalera.

La tristeza, “pasión del alma” es el resultado de una posición con relación a la falta, a la castración tanto propia como la del Otro. En la película vemos el fracaso del sujeto, cuando de demanda de amor se trata, allí donde falló su estrategia para hacerse un lugar en el Otro. En Brick la relación a su padre muestra un lazo homosexual a nivel de la posición inconsciente, mantenido más allá de los tiempos infantiles. Es lo que Freud ubicó claramente como la base necesaria para el masoquismo moral o femenino en los hombres, consecuencia del modo de tramitar la relación de amor al padre.

La tristeza se alimenta de modos de gozar superyoicos: la crítica, los reproches dirigidos al propio yo o al objeto de amor, convirtiéndolo en objeto del odio. También en el personaje de Brick está presente este movimiento pulsional. La culpa por el suicidio de su amigo —que en el texto literario de Williams aparece manifiestamente como una relación de tinte homosexual— revela la complicación con el padre.

Referencias

Montaigne, M. (1533-1592 [2011]) Ensayos. Buenos Aires: Losada.

Jackson, S. (1989) Historia de la melancolía y la depresión, desde los tiempos hipocráticos a la época moderna. Madrid: Turner.

Freud, S. (1924 [1979]) “El problema económico del masoquismo” en Obras Completas Tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1929 [1979]), “El malestar en la cultura” en Obras Completas Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu.

Lacan, J. (1964 [1973]). “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” en El Seminario de Jacques Lacan. Libro 11. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1972-1973 [1998]). “Aun” en El Seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1975-1976 [2006]). “El sinthome” en El Seminario de Jacques Lacan. Libro 23. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1973 [2012]). “Televisión” en Otros escritos. Buenos Aires: Paidós.

Miller, J.-A. (1985-1986 [2010]) Extimidad. Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller. Buenos Aires: Paidós.

Laurent, E. (2003), Los objetos de la pasión. Buenos Aires: Tres Haches.



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