pp. 22-29
El desfiladero de la transferencia amorosa
A dangerous method | D. Cronenberg | 2011
Elizabeth Ormart

“Este primer nudo entonces sitúa la transferencia como condición de apertura de la vida psíquica para un posible despliegue, el poder como puro riesgo de abuso iatrogénico, la ética como límite imprescindible para que el poder no ejerza la influencia deletérea del abuso.”

Ignacio Lewkowicz, 2000

“Nunca dijimos que el analista jamás debe experimentar sentimientos frente a su paciente. Pero, debe saber, no solo no acceder a ellos, ponerlos en su lugar, sino usarlos adecuadamente en su técnica.”

Jacques Lacan, 1953

Un método peligroso (David Cronenberg: 2011) puede ser explorado desde diferentes ángulos todos ellos igualmente interesantes. La película nos muestra de un modo apenas ficcionado el derrotero que va siguiendo Carl Jung en el tratamiento de Sabine Spielrein, sus dudas, sus sentimientos encontrados, sus reparos, sus vacilaciones. Existe por otro lado, un trasfondo político y epistemológico que acompaña la fundación de un nuevo campo de saberes y métodos. El camino terapéutico elegido por Jung se precipita más allá de ciertos límites, lo cual abre para nosotros una pregunta inquietante: cien años después ¿estamos los analistas libres de tales riesgos y deslices a los que nos abisma nuestra práctica?

Pasados veinte años de los procesos legales a Jules Masserman, Joe Feigon y Margaret Bean-Bayog en los Estados Unidos (Disch, 1991, Michel Fariña, 1992) [1], estamos en cierto punto empantanados, seguramente porque estas cuestiones superan el terreno de la moral y las costumbres, obligándonos a ingresar de lleno en el terreno teórico de la ética.

Sólo a título de ejemplo, veamos qué sucede actualmente en la Argentina. Es interesante constatar que sólo en las últimas décadas, tanto en la literatura profesional de la psicología como en los medios de comunicación, hay una clara preocupación por la violentación de los límites en la relación terapéutica. Dicho interés responde, entre otros factores, al hecho fáctico de que las formas de abuso de la transferencia, bajo la modalidad del aprovechamiento sexual o económico, han sido motivo de juicios de mala praxis psicológica en Argentina [2]. Esta situación puso sobre el tapete el problema de los límites de la relación terapeuta paciente y los abusos de poder a los que conduce el avasallamiento de tales límites.

Argentina es el país que tiene más cantidad de terapeutas por habitantes. Según datos de los ministerios de Salud y Educación, hay alrededor de 60 mil psicólogos egresados, de los cuales se calcula que hoy son 35.000 los que están en ejercicio. Según estimaciones de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA), sólo en la Ciudad de Buenos Aires viven y trabajan 20 mil.

Uno de los pocos casos judicializados y con sentencia, del año 2004, es el de una psicóloga que mantenía relaciones sexuales con un paciente de 17 años, quien se había acercado al consultorio por un problema de drogas. Cuando el romance finalizó y ella lo dejó, el adolescente había desmejorado en forma notable. En la pericia psicológica que ordenaron los jueces, se relevó que el joven “perdió las esperanzas de ser ayudado profesionalmente, lo cual significa un riesgo actual de quedar estancado en su desarrollo psíquico y recaer en conductas adictivas”. Los camaristas —Jorge Escuti Pizarro, Ana Luaces y Hugo Molteni— no fundaron su decisión judicial en razones morales sino en consideraciones de orden jurídico. Utilizaron una serie de artículos del Código Civil: los que hablan de la responsabilidad profesional, negligencia y omisión de cuidados de quien tiene un deber sobre la salud de otro, para juzgar a la terapeuta y condenarla a pagar 28.000 pesos [3]. Este expediente fue considerado por los jueces como un caso de "abuso de transferencia". Con esta designación técnica, se suele hacer referencia —de acuerdo a la definición recogida en el fallo— al "elemento afectivo, en el contrato psicoterapéutico, sustentado en el vínculo respecto del cual el paciente transfiere al terapeuta los sentimientos y las sensaciones afectivas de su entorno en la etapa infantil, que no son otros que los paternales".

Al mencionado caso se le sumó con posterioridad otro, de aprovechamiento de la transferencia de índole económico. En el 2006, se dio a conocer un fallo que dictó la Sala G de la Cámara Nacional en lo Civil contra un psicoanalista que trató durante 30 años a una mujer a la que le cobró 75.000 dólares en concepto de tres años y medio de terapia por adelantado, a razón de 200 dólares la sesión. A este psicólogo se lo sentenció a devolverle el dinero a su paciente y a indemnizarla con 20.000 pesos por “daño moral”. Bajo esta figura se acogieron los juristas para acusar al psicoanalista por su proceder.

La problemática que describen los medios, es sólo la punta del iceberg. Ambos casos, ponen sobre el tapete el problema de los límites en la relación psicoterapéutica. Este tema se presenta vinculado al abuso en la relación transferencial. Mediante la transferencia la persona del terapeuta es investida libidinalmente, se proyectan sobre él, sentimientos y afectos originados en los primeros vínculos con los Otros significativos (padre, madre, hermanos y hermanas). El uso que el terapeuta hace del poder que confiere la transferencia determina en gran medida las bases éticas sobre las que se apoya la práctica clínica. Es el poder puesto al servicio de la cura o, como vemos en estos casos, el poder para dañar al paciente.

El psicólogo está doblemente determinado en su proceder profesional: por un lado, por el conjunto de principios deontológicos que determinan su práctica y el campo jurídico, que establece las obligaciones a las que la ley social lo somete, en su carácter de profesional de la salud. Campo deontológico que en la época de Jung estaba en ciernes. En segunda instancia, las consideraciones propias de la clínica psicológica que lo conminan a decidir desde la ética profesional, más allá de las prácticas morales, las tácticas y estrategias que mejor orienten la cura del paciente. Ambos campos no se agotan en su propio discurso sino que están llamados a interceptarse. El segundo de estos campos suplementa al primero, aportando a la lógica general que guía la práctica psicológica, la consideración de la dimensión ético-clínica que aborda la singularidad de cada caso.

El momento fundacional

El film de Cronenberg nos invita a internarnos en el momento fundacional de la técnica psicoanalítica. De la mano de Keira Knightley (Sabina Spielrein), Viggo Mortensen (Sigmund Freud) y Michael Fassbender (Carl Gustav Jung), vivimos las alternativas pasionales que se entrecruzan en la trama inspirada en la novela “A most dangerous method” de John Kerr y la obra de teatro “The talking cure” de Christopher Hampton.

Sabina Spielrein fue enviada a Zúrich por sus padres para ser sometida a un tratamiento psiquiátrico en el prestigioso Burghölzli Mental Hospital donde permaneció desde el 17 de agosto de 1904 hasta el 1 de junio de 1905 (Caratenuto: 1984). Allí conoció a Carl Jung, quien la atendió aplicando las técnicas del recientemente desarrollado tratamiento psicoanalítico para tratar la histeria. Jung había leído detalladamente el método propuesto por Freud y quería ponerlo en práctica. Pero al conocer las intensas mociones pulsionales que embargaban a Sabina y al verla, tan joven y brillante, el médico empezó a flaquear. Sabina se enamoró de su analista y él de ella y se hicieron amantes. Cuando la amistad entre Freud y Jung se inició en 1907 Freud tenía 51 años y Jung 31 [4]. En este momento, Freud aún no había desarrollado sus escritos técnicos en los que explícitamente advierte a los analistas acerca del amor de transferencia.

Carl Jung comienza sus exploraciones del método psicoanalítico alentado y advertido por el mismo Freud. El entusiasmo freudiano de que su método se expanda hacia el mundo más allá de las fronteras de Viena y su pequeño círculo de pensadores judíos, hace que la figura de Jung, un joven e inteligente psiquiatra alemán, lo seduzca, si se me permite el verbo, y lo atrape en el semblante imaginario del progreso y desarrollo del psicoanálisis. Pero Freud no es el único seducido, Sabina, claro está, fuertemente movida por la transferencia de amor decide encarnar de todas las formas posibles, el ideal de mujer que cree vislumbrar en Jung. Las advertencias de Freud son un eco en la distancia que el joven Jung no alcanza a oír. Decía Freud, en 1905:

“...Y en verdad, sobre el tratamiento analítico cae la sombra de una sospecha: no estaría al servicio de la moralidad general. Lo que le otorga al individuo lo ha restado de la comunidad. Pero[...] Ni por asomo el consejo de gozar de la vida sexualmente cumple un papel en la terapia analítica- aunque más no fuera, por el mero hecho de que proclamamos que en el enfermo se libra un obstinado conflicto entre la moción libidinosa y la represión sexual [...] ese conflicto no se cancela por más que se ayude a una de esas orientaciones para que triunfe sobre su contraria[...] Del celo con que yo me defiendo del reproche de que en la cura analítica se alentaría a los neuróticos a gozar de la vida, no pueden ustedes lícitamente inferir que los influimos en el sentido de la moralidad social. Estamos tan lejos de esto como de aquello...”
(Freud, 1905 b: 393-395)

Ya en 1905, Freud comenzaba a conceptualizar las cuestiones vinculadas a lo que hoy llamamos responsabilidad profesional y social del psicólogo. El psicoanálisis no busca impulsar a los pacientes a un gozo sexual ilimitado pero tampoco se trata de una terapia de adaptación social. En este temprano escrito Freud vislumbra ya las posibles orientaciones que el psicoanálisis tendrá a futuro. En el contexto del film, la figura de Otto Gross, parece decisiva en uno de estos sentidos, como promotora de una sexualidad libre y promiscua; orientando al joven Jung a abandonar la monogamia y entregarse al placer desenfrenado con su paciente. Éste no encuentra otras objeciones, más que las morales para dar rienda suelta a sus inclinaciones. La pauta contractual había terminado, ya no era su paciente sino su amiga [5].

Al respecto, es muy interesante la carta que Jung remite a la madre de Sabina explicando los motivos de su affaire:

“…de médico, me convertí en amigo, porque dejé de excluir mis sentimientos. Pude abandonar fácilmente el papel de médico porque no me sentía empleado como tal, ya que jamás pretendí un honorario. Esto último es lo que marca claramente los límites a los que está sometido el médico. Usted comprenderá que es imposible para un hombre y una joven tener a la larga tan sólo relaciones de amistad, sin que en algún momento intervenga alguna otra cosa.

Pero, en el fondo, ¿qué podría impedir a ambas personas aceptar las consecuencias de su amor? Un médico, en cambio, y una paciente pueden hablar de cualquier asunto íntimo durante un tiempo limitado, y la paciente puede esperar del médico todo el amor y el cuidado del que tiene necesidad. El médico, empero, conoce sus límites y no los violará nunca, porque es pagado por su trabajo. Y esto le impone la necesaria limitación.

Por lo tanto, para permanecer en la posición de médico, como usted desea, le propongo fijar un honorario adecuado por mis prestaciones. De esta manera, usted estará absolutamente segura de que cualesquiera sean las circunstancias respetaré mi deber de médico.
En cuanto amigo de su hija, en cambio, habría que dejar al destino lo que haya de suceder, pues nadie puede impedir a dos amigos que hagan lo que deseen. Espero, estimada señora, que usted me comprenderá, y también que en todas estas cosas no hay ninguna vileza, sino solamente experiencia y autoconocimiento. Mis honorarios son 10 Francos por consulta.

Le aconsejo elegir la solución prosaica, porque es la más prudente y no crea obligaciones para el futuro.

Con sentimientos de amistad. C. Jung. (Carotenuto: 1984)

¿La finalización de la pauta contractual es suficiente justificación para el comienzo de una relación amorosa entre el terapeuta y el paciente? ¿Podemos considerar que la ausencia del pago de honorarios es motivo para considerar el contrato terapéutico finalizado? La variante mercantilista, que podemos observar en la carta dirigida a la madre de Sabina, en la que Jung sostiene y justifica su affaire con ella, resulta no sólo insuficiente sino que constituye un agravante de su responsabilidad profesional.

La enseñanza de Freud que Jung no pudo oír

Mucho se ha escrito sobre el antagonismo entre Freud y Jung, a partir de la publicación de la correspondencia epistolar que ambos analistas mantenían. Sin embargo, más allá de las diferencias teóricas en relación con el papel de la sexualidad en la causación de la neurosis, hay un punto que nos resulta relevante. Como señalamos anteriormente, se trata del vínculo entre terapeuta y paciente y la dificultad, persistente en la actualidad, de ubicar los lugares de abstinencia y neutralidad en la clínica y ponerlos a operar.

En los Trabajos sobre técnica psicoanalítica (1911-1915), específicamente en Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912) T XII, Freud plantea que, “... la solución de la transferencia, una de las principales tareas de la cura, es dificultada por la actitud íntima del médico [...] Por eso, no vacilo en desestimar por errónea esta variedad de la técnica. El médico no debe ser transparente para el analizado, sino, como la luna de un espejo, mostrar sólo lo que le es mostrado” (Freud, 1912: 117) La metáfora del espejo se refuerza con el símil del cirujano. En el primer caso, Freud refuerza la asimetría entre terapeuta y paciente en lo relativo al “conocimiento” de la intimidad del otro; en el segundo, pone de relieve la operatoria del terapeuta ajena a toda respuesta empática. Freud lo define como frialdad de sentimientos y señala que esta es la estrategia más ventajosa para el análisis, él propone que:

“... en el tratamiento psicoanalítico tomen como modelo al cirujano que deja de lado sus afectos y aún su compasión humana, y concentra sus fuerzas espirituales en una meta única: realizar una operación lo más acorde posible a las reglas del arte. [...] Aquella frialdad de sentimientos que cabe exigir del analista se justifica porque crea para ambas partes las condiciones más ventajosas...” (Freud, 1912: 114)

El terapeuta opera sin colocar en juego sus sentimientos, con la frialdad del que no tiene compasión [6]. Este es uno de los rasgos que caracteriza la operatoria en abstinencia.

En Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, III) (1915 [1914]) Freud sostiene que en los casos en que el amor de la paciente fuera correspondido, sería un gran triunfo para la paciente y una total derrota para la cura [...] Ella habría conseguido [...] actuar, repetir en la vida algo que sólo deben recordar, reproducir como material psíquico y conservar en un ámbito psíquico” (Freud, 1914: 169) Por ello rechaza totalmente el comienzo de una relación amorosa entre un terapeuta y una paciente. Y en Sobre la dinámica de la transferencia (Freud, 1912) sostiene que:

“...Las mociones inconscientes no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse” (Freud, 1912: 105)

El tratamiento no puede ir a favor de la satisfacción pulsional, lo que Lacan llamará el goce, sino sostenerse en la vía del deseo. Podríamos decir entonces, que Sabina Spielrein se cura a pesar de la relación con Jung y no gracias a ella.

La descarga motora originada en el intento de aliviar el incremento de la energía libidinal tiene que ser reconducido al campo de lo simbólico, de la palabra. Así en Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica (1919 [1918]) Freud sostiene que:

“...la actividad del médico debe exteriorizarse en una enérgica intervención contra las satisfacciones sustitutivas” (Freud, 1919:159)

Esta intervención privativa al tiempo que preserva la energía para el tratamiento reconduce la energía pulsional al campo de la palabra. Este mismo consejo es el que Freud le da a Sabina cuando ella le relata su romance con Jung. Él le responde ubicándola en el lugar de analista y no de paciente. Le sugiere “un proceder más adecuado a lo endopsíquico, por así decirlo.” Ya que observa que Jung ha manejado de la peor manera posible su proceder como analista, Freud apela a Sabina como analista y le pide reconducir esa energía del acto a la palabra.

En Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica (1919 [1918]) apuntando concretamente a la demanda de amor establece que:

“...la técnica analítica impone al médico el mandamiento de denegar a la paciente menesterosa de amor la satisfacción apetecida. La cura tiene que ser realizada en la abstinencia [...] hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza como unas fuerzas pulsionantes del trabajo y la alteración, y guardarse de apaciguarlas mediante subrogados.” (Freud, 1919: 159)

En uno de sus primeros trabajos sobre técnica psicoanalítica (1911-1915 [1913]) Sobre la iniciación del tratamiento (1913), Freud sostiene que: “El motor más directo de la terapia es el padecer del paciente y el deseo, que ahí se engendra de sanar. [...] Pero esta fuerza pulsional misma, de la cual cada mejoría trae aparejada su disminución, tiene que conservarse hasta el final.” (Freud, 1913: 143). Establece entonces, una relación inversamente proporcional entre cura y padecimiento. Sostener esa balanza en estado de equilibrio constituye un desafío permanente para el analista. Es la fuerza pulsional dosificada en los acantilados del significante es la que erosiona el tratamiento hasta la cura.

En esta vía del justo medio sostiene Freud (1917: 402-3) que el analista

“Queda excluido ceder a las demandas del pa¬ciente derivadas de su transferencia, y sería absurdo rechazarlas inamistosamente o con indignación; superamos la trans-ferencia cuando demostramos al enfermo que sus sentimien¬tos no provienen de la situación presente y no valen para la persona del médico, sino que repiten lo que a él le ocurrió una vez, con anterioridad. De tal manera lo forzamos a mudar su repetición en recuerdo. Y entonces la transferencia, que, tierna u hostil, en cualquier caso parecía significar la más poderosa amenaza para la cura, se convierte en el mejor instrumento de ella, con cuya ayuda pueden desplegarse los más cerrados abanicos de la vida anímica”.

Esta posición es solidaria con lo planteado anteriormente, esto es operar no desde los sentimientos sino desde una posición cercana al cirujano. “...por cruel que suene, debemos cuidar que el padecer del enfermo no termine prematuramente en una medida decisiva. Si la descomposición y la desvalorización de los síntomas lo han mitigado, tenemos que erigirlo en alguna otra parte bajo la forma de una privación sensible” (Freud, 1919: 159) La abstinencia se nos presenta entonces como la herramienta que permite lograr el justo equilibrio entre repetir y recordar, entre acto y palabra.

En la tardía obra ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial (1926) Freud insiste: “...Ceder a los reclamos de la transferencia, cumplir los deseos del paciente de una satisfacción tierna y sensual, no sólo es prohibido por legítimas consideraciones morales, sino que resulta por completo insuficiente como medio técnico para el logro del propósito analítico...” (Freud, 1926: 212) No se trata de pruritos morales, sino de dificultades técnicas para llevar adelante un dispositivo basado en la palabra.

Lógica de sopas y argumentos de albóndigas

Con esta frase -atribuída al poeta Heine-, Freud evoca en su artículo Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (Freud, 1914) a aquellas personas "de un apasionamiento elemental que no tolera subrogados, criaturas de la naturaleza que no quieren tomar lo físico por lo material". Freud hace referencia con ello a determinado tipo de pacientes con una necesidad de amor tan inexorable que haría fracasar cualquier estrategia de cura. Pero la frase no está allí incluida para mitigar la responsabilidad profesional, sino para enfatizarla.
En el caso de la relación entre Jung y Spielrein, la metáfora es adecuada para describir no tanto la conducta de la paciente, sino más bien la de su terapeuta. Como bien lo muestra el film de Cronenberg, Jung ha sumado, en el relativamente breve período del tratamiento, transgresiones gravísimas y de distinta índole. El motor de todas ellas es la imposibilidad de percibir la dimensión contratransferencial que está en juego. Freud es claro a este respecto:

[El médico] tiene que discernir que el enamoramiento de la paciente le ha sido impuesto por la situación analítica y no se puede atribuir, digamos, a las excelencias de su persona; que, por lo tanto, no hay razón para que se enorgullezca de semejante "conquista", como se la llamaría fuera del análisis. [7]

De lo cual se desprende un principio a seguir si se desea un desenlace exitoso del tratamiento: la cura tiene que ser realizada en la abstinencia. En palabras de Freud: "no es lícito desmentir la indiferencia que, mediante el sofrenamiento de la contratransferencia, uno ha adquirido" (p. 168).

Todo lo contrario de lo actuado por Jung. No sólo no pudo mantenerse en la posición de abstinencia, sino que promovió -a partir de un efecto contratransferencial virulento- la exacerbación del proceso de transferencia erótica en la paciente. La proposición de incorporar a Sabine como asistente de sus investigaciones y especialmente la escena en que la confronta con su esposa en el laboratorio de la universidad, son la expresión directa de las mociones sexuales de Jung y no llevan a más puerto que la satisfacción de una demanda de la paciente y con ello la negación misma del tratamiento psicoanalítico. También acerca de este riesgo la advertencia de Freud no da lugar a equívocos:

Si su cortejo de amor fuera correspondido, sería un gran triunfo para la paciente y una total derrota para la cura. Ella hubiera conseguido aquello a lo cual todos los enfermos aspiran en el análisis: actuar, repetir en la vida algo que sólo deben recordar, reproducir como material psíquico y conservar en un ámbito psíquico. [...] Es que la relación de amor pone término a la posibilidad de influir mediante el tratamiento analítico [...] (p.169)

Se trata entonces de abstenerse de corresponder a las solicitudes reales de la paciente, reteniendo su transferencia de amor para reorientarla hacia sus orígenes -inconscientes- y permitir así un camino para que la paciente, por la vía de la asociación libre, pueda comprender su sentido.

En el film de Cronenberg la paciente lleva a sesión sueños y fantasías claramente transferenciales –como las de ser golpeada y humillada por su padre- los cuales no son escuchados por el terapeuta, quién aborta todas sus posibilidades simbólicas al fijarse a los contenidos reales que su contratransferencia le dicta. Se coloca así en la posición del tonto del ejemplo de Freud, que arruina la carrera de perros -cuya premio era una ristra de salchichas ubicadas en la meta-, arrojando antes de tiempo una salchicha a la pista, sobre la que se abalanzan todos los perros.

Discusión

Es cierto que Freud escribió este último pasaje y sus textos más eminentes sobre el tema diez años después de que Sabine Spielrein iniciara su tratamiento con Jung. El presente artículo pretendió sin embargo mostrar que desde los albores del mismo (1904), Jung disponía ya de textos freudianos que anticipaban el peligro de la transferencia amorosa. Los casos actuales, tanto en Boston como en Buenos Aires, que tuvieron lugar y siguen teniendo lugar más de cien años después, ratifican que la dificultad no radica en la ausencia de un dispositivo teórico. El problema es mucho más profundo y compromete la posición misma del analista, su supervisión y en última instancia su propia disposición a someterse él mismo a la condición de analizante. La dificultad de Jung respecto de las distintas intervenciones de Freud a lo largo del film muestra que esta sordera, antes y ahora, no es sin consecuencias.

Referencias

Carotenuto, A. (1984) Una secreta simetría. Sabina Spielrein entre Freud y Jung, Gedisa, Barcelona, 1984.

Disch, E. (1991). The aftermath of sexual abuse by health or mental health professional (Consumer Brochure). Ethical Treatment in Health Care. Boston Association to Stop Treatment Abuse: University of Massachusetts.

Freud, S. Trabajos sobre técnica psicoanalítica (1911-1915 [1914]) Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912) En Obras Completas, T XII. Amorrortu editores

Freud, S. Trabajos sobre técnica psicoanalítica (1911-1915 [1914]) Recordar, repetir y reelaborar (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis,II) (1914) Obras Completas T XII. Amorrortu editores

Freud, S. Trabajos sobre técnica psicoanalítica (1911-1915 [1914]) Puntualizaciones sobre el amor de transferencia (Nuevos consejos sobre la técnica del psicanálisis,III) (1915 [1914]) En Obras Completas T XII. Amorrortu editores

Freud, S. Trabajos sobre técnica psicoanalítica (1911-1915 [1914]) Sobre la dinámica de la transferencia (1912). En Obras Completas T XII. Amorrortu editores.

Freud, S. Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica (1919 [1918]) En Obras Completas T XVII. Amorrortu editores

Freud, S. ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial (1926) En Obras Completas T XX, Amorrortu editores,1993

Freud, S. Análisis terminable e interminable (1937) En Obras Completas T XXIII Amorrortu editores

Freud, S. “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”, en Obras Completas, T XIV Amorrortu, , Buenos Aires, 1993

Lacan, J. (1953) Seminario I. Buenos Aires, Paidós, 1996

Lacan, J. (1953) “Variantes de la cura tipo”. En Escritos 1, Siglo XXI, Bs. As., 1985.

Gay, P. (1998). A Life for our Time. Ed. W. W. Norton, London, New York.

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Lewkowicz , I. (2000) Otro juego posible: poder, ética y transferencia. En Escuela para graduados. Buenos Aires, 2000. En línea: http://www.estudiolwz.com.ar/protoWeb/lwzArchGral/art/artPoderEticaTransf.htm

Ormart, E. (2011) “El amor duele” en Juan Jorge Michel Fariña y Haydee Montesano (Compiladores) Cuestiones ético-clínicas en series televisivas. Buenos Aires, Editorial Dynamo

Ormart, E. (2012) Problemas éticos en la clínica psicológica. Editorial Académica Española. Madrid



NOTAS

[1Una síntesis de estos casos, como así también los brochures redactados por Estelle Disch han sido incluidos como apéndice en el presente volumen de Etica&Cine (Nota del E.)

[2Se puede seguir el debate en los medios gráficos consultando los siguientes artículos:

• Pablo Abiad. Para Clarín, 16 de marzo del 2004. Sociedad. Condenan a una psicóloga por "enamorar" a un paciente. En línea: http://edant.clarin.com/diario/2004/03/16/s-03015.htm

• Leonardo Gorostiza. DEBATE en Clarín- Martes | 04.05.2004. ¿El psicoanálisis está bajo amenaza?
En línea: http://virtualia.eol.org.ar/010/default.asp?notas/lgorostiza-01.htm

• Lic. Andrea E. Homene. Abusos de transferencia. www.psyche-navegante.com Número 89 / Octubre de 2009. En línea: http://www.psyche-navegante.com/_2004/Articulo/Articulo.asp?id_articulo=2391

• Alejandra Folgarait Para Revista Noticias. Polémica por mala praxis. Año XXII Nº 1423. Edición del 03-04-2004. En línea: http://www.ppba.org.ar/articulos/noticias/noticias05.htm

• Gabriela Manuli Para Diario Perfil. DEBATE ETICO. Las denuncias por mala praxis psicológica evidencian el vacío legal de la profesión. El 18.02.2007. En línea: http://www.perfil.com/contenidos/2007/02/19/noticia_0028.html

[3Aproximadamente 9.600 dólares en ese momento en Argentina.

[4Peter Gay (1998). A Life for our Time. Ed. W. W. Norton, London, New York. p. 396.

[5Michel Fariña, J. (2011) Involucración sexual en psicoterapia. En Cuestiones ético clínicas en series televisivas. Buenos Aires, Dynamo.

[6Este más allá de la compasión, es un más allá de las pasiones, al que Lacan alude en el Seminario XVII: El reverso del psicoanálisis cuando dice: “el único sentido que podemos dar a la neutralidad analítica es no participar de las pasiones.” Un buen ejemplo del uso de la interpretación des-apasionada es el descripto en el texto de mi autoría: “El amor duele” en Juan Jorge Michel Fariña y Haydee Montesano (Compiladores) Cuestiones ético-clínicas en series televisivas. Buenos Aires, Editorial Dynamo. Págs. 13 a 17.

[7Freud, S. Puntualizaciones sobre el amor de transferencia, en Obras Completas, Amorrortu Editores, tomo XII, pág. 164.