pp. 47-50
Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia
Okupas, Argentina, 2000 | El Puntero, Argentina, 2011
Paula Guzmán

Tomando la premisa de Lacan “mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época" (Lacan, 1953: 309), es que se puede intentar abordar aquello que se presenta en dos series de la televisión argentina, como Okupas (2000) y El Puntero (2011). Dos emisiones con una distancia temporal importante, y que aparecen en momentos de relevancia social: la primera, previamente a la crisis del 2001; la segunda, en un año electoral significativo. ¿Qué real golpean?

Podemos decir que con la película Pizza, Birra y Faso (1998), se abre una serie de programas televisivos impregnados de un realismo absoluto, que comenzó por Okupas, al que le siguieron Tumberos (2002), Sol Negro (2003), entre otras, y como el ejemplo más reciente podemos tomar El Puntero. Las dos series en cuestión se caracterizan por esa manera de irrumpir en la televisión ignorando el imaginario de la clase media y en una frontera muy estrecha, casi imperceptible, entre la realidad y la ficción.

Okupas es la historia de un joven de clase media y tres eventuales amigos de otro sector social, “marginal”, se puede decir, “de bajos recursos”. El punto de unión es una casa que ocupan y la curiosidad del personaje de Ricardo (Rodrigo de la Serna) por vivir experiencias nuevas, ajenas previamente a él. Hay dos vertientes en la historia: el tránsito de cuatro jóvenes por una Argentina devastada por la crisis antes del estallido del 2001, sin rumbo, sin anclaje a un ideal; y una historia de amigos y de amor, es decir, los lazos posibles.

El puntero muestra al Gitano (Julio Chávez), un puntero político que lleva al límite sus ansias por mejorar la situación de su comuna y ser intendente de la misma, en el conurbano bonaerense. Allí nos encontramos con los manejos que rodean la política y la militancia en nuestro tiempo y los lazos que unen a los personajes. Lejos de un mensaje ingenuo y utópico, el espectador se encuentra con la cruda realidad de la política, de sus bases en los barrios, en un sector al margen de la gran ciudad.

La verdad tiene estructura de ficción.
J. Lacan (1955)

Freud, ya a partir de sus primeros casos de histeria, concluyó que la verdad no se correspondía con la realidad, cada uno da sus propias versiones. El discurso analítico mismo se insertó en lo real de la civilización con el relato de sus casos: Dora, Juanito, el Hombre de las Ratas, el Hombre de los Lobos, la Joven Homosexual. Así, se hizo transmisible un modo de construir la historia de cada sujeto y las versiones que estos dan de la misma, en el dispositivo analítico.

Lacan se apoya más en ficciones literarias o filosóficas, con el fin de rubricar la lectura de los atolladeros de la subjetividad en el orden del discurso analítico, tomando la perspectiva de que el artista nos lleva la delantera en cuanto a las ficciones humanas.

El mundo de la ficción es un universo soberano que nace del cerebro del autor y obedece a las leyes del arte, de la literatura. Se refleja en la forma y en la acción de la obra. Cada detalle es una invención del autor (…) -¿no querrás decir que has inventado Auschwitz? -En un sentido es exactamente esto, en la novela me pertenece inventar y crear Auschwitz (Kertész & Dossier, 2008: 16)

Asistimos a un modo de construcción particular de estas series, el estilo de su relato es hiperrealista. Se elije un lenguaje técnico y discursivo particular: en Okupas, actores en su mayoría desconocidos, un modo de filmar que incluye el sonido ambiente, casi como si un joven con la cámara en su hombro registrara sus experiencias cotidianas. En El Puntero, si bien el modo de filmación y las elecciones de los actores es distinta, se repite el lenguaje y la estética “callejera”. Y es esto lo que se transmite al espectador, una ilusión de que lo que se está viendo es la realidad, escondiéndose el artificio que se ha montado para lograr el producto. La distancia entre espectador y serie se hace estrecha. Yendo más allá del mero entretenimiento, nos metemos en estas realidades, nos embarramos allí, accediendo a situaciones un poco ajenas, un poco cercanas.

Pero es solo una ilusión. No estamos ante un documental ni un reality show. Tomando lo que plantea Kértesz, no podemos decir que no es una ficción, es una invención de sus creadores, que nombra, bordea un real: lo opaco de nuestra civilización.

Que la verdad tiene estructura de ficción es algo completamente cierto, pero de un tiempo a esta parte la estructura de ficción cubrió la verdad, la absorbió. Sin duda la verdad prospera en ella, se multiplica, se pluraliza, pero está casi muerta. Ante esta decadencia ficcional de la verdad, se impone recurrir a lo real como lo que no tiene estructura de ficción

Jacques-Alain Miller (2005)

Nos encontramos en estas series con que las ficciones son frágiles y lo real se toca por todas partes, como nos transmitió Miller en el último congreso de la AMP: “… según los avances del binario capitalismo-ciencia, de manera desordenada, azarosa sin que se pueda recuperar una idea de armonía”. (Miller, 2012: 5).

Vayamos entonces a la vía de lo que las series tienen para decir de la subjetividad de nuestro tiempo. De un lado, en Okupas vemos la crisis de los ideales mostrada en su extremo, en una época donde los que podían, emigraban en masa hacia otros países, y los que se quedaban, no encontraban su rumbo. Del otro, en El Puntero, los espacios de exclusión y de inclusión que se generan en un momento donde la política volvió a ser un significante posible para anclarse pero “no es más una cuestión de grandes ideales sino de pequeñas frases” (Miller, 2005: 2).

Lo que vemos son las ficciones posibles para cada uno en medio del ocaso de la organización colectiva de los modelos y la promoción de sujetos sin referencia. Ricardo y sus amigos encuentran un lugar que hacen propio: una casa venida abajo que ocupan y arreglan, como grandes bricoladores (Miller, 2004) . Asimismo vemos en Ricardo, más que en los demás, la búsqueda de algo nuevo, lejos de la Facultad de Medicina, encontrando el robo, la violencia, las drogas, el sexo, el riesgo de su propia vida.

El Gitano, enlazado al campo político, cree que un cambio es posible, aún si para ello hay que “transar” con lo corrupto, en un contexto donde prima también la violencia, las drogas, la muerte. Vemos como pasa por la cocaína, el alcohol, el amor, la política, ninguna solución basta por sí sola: una se cae y las demás también, como un castillo de cartas. Y así se muestra al personaje, tratando de sostener su castillo.

Ambas series nos presentan que los sostenes hoy están lejos de ser eternos y muy cerca de la fragilidad. En el capítulo final, la contingencia, en ambas la muerte, las desbarata, las soluciones se disuelven, enfrentan al sujeto con su propio vacío. En Okupas, cada uno toma un camino diferente, se separan, la casa queda atrás, en la historia; en El Puntero, estalla la locura.

Muy lejos del happy ending novelesco, y agregamos, analítico. Podemos tomar la indicación de Miller [1] : las ficciones son versiones, en definitiva delirantes, acerca del goce. El psicoanálisis está orientado a revelar ese vacío estructural sobre el que se ha “delirado”. La ficción, resultado de la operación de articulación S1-S2, es una labor de poiesis, nos dice, una venda simbólica para cubrir la herida de la ausencia de escritura de la relación sexual, lo real, el agujero en la estructura.

Indudablemente, el psicoanálisis no es revolucionario. Sin duda, se dedica más bien a poner en valor invariantes que a depositar sus esperanzas en cambios de orden político (…) El psicoanálisis no es revolucionario, pero es subversivo, que no es lo mismo, es decir que va en contra de las identificaciones, los ideales, las palabras clave
Jacques-Alain Miller (2005)

Entendiendo la formación de los analistas más allá de todo ideal, de toda problemática del ideal y de la norma, pero al mismo tiempo, orientados en la sociedad en la que viven y trabajan, en los debates que la inquietan, somos llamados hoy a decir algo sobre los sujetos errantes que nos muestran estas series y las soluciones temporarias que encuentran.

Podemos plantear sus soluciones como “… brújulas con que algunos sujetos intentan encontrarse en su propia perdición (…) Lo decisivo es asumir la presencia viva y real de una referencia, no simplemente como un rumbo, pero sí como una herramienta para enmarcar y lidiar con lo que no tiene referencias” (Laia: 2011).

En este punto, entendemos a Lacan cuando propone servirse de las ficciones artísticas para la lectura de los atolladeros de la subjetividad de nuestro tiempo. “El psicoanalista no es autista. El psicoanalista no cesa de dirigirse al interlocutor benevolente, a la opinión ilustrada, a la que anhela conmover y tocar en favor de la causa analítica” (Laurent, 2006).

Podemos cernir allí algo de la política del psicoanálisis relacionada a sus principios éticos: ya que la época produce sus propios tratamientos del goce, es conveniente hacer el esfuerzo de leerlos dejándose enseñar, porque eso orienta respecto de un tratamiento posible.

Un analista lector, pero en una posición de reserva en atención a los significantes amo de la demanda propiamente política del Otro. Lejos de llevar a los sujetos a un final feliz hollywoodense, al orden de los beneficiados; lejos de ir hacia la cuestión adaptativa, como es el caso de las terapias cognitivo-conductuales.

“El psicoanálisis no puede determinar su objetivo y su fin en términos de adaptación de la singularidad del sujeto a normas, a reglas, a determinaciones estandarizadas de la realidad (…) queda a cada uno inventar una solución particular que se apoya en su síntoma. La solución de cada uno puede ser más o menos típica, puede estar más o menos sostenida en la tradición y en las reglas comunes” (Laurent, Op. Cit.) .

Bibliografía

Coccoz, V. Ficciones y Semblantes (2010). El debate de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano: http://www.elp-debates.com

Kertész, I. & Dossier K (2008). Francia : Actes Sud.

Lacan, J. Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis (1953). Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI editores

Lacan, J. La dirección de la cura y los principios de su poder (1958). Escritos 2. Buenos Aires: Siglo XXI editores

Lacan, J. Entrevista por estudiantes de la Universidad de Yale (1975). Scilicet n° 6/7. Buenos Aires: Grama ediciones

Laia, S. Sobre la violencia y las drogas ¿brújulas del sujeto? (2011). Entrevista publicada en NEL- México: http://www.nel-mexico.org

Laurent, É. Principios rectores del acto analítico (2006). Blog de la AMP: http://ampblog2006.blogspot.com.ar

Miller, J. A. El inconsciente es político (2003). Revista Lacaniana de Psicoanálisis n° 1, Buenos Aires: EOL

Miller, J. A (2004) Piezas Sueltas. Curso inédito

Miller, J. A., Laurent, É. El Otro que no existe y sus comités de ética (2005). Buenos Aires: Editorial Paidós

Miller, J. A. (2005) Anguila. Transcripción de la conferencia “Anguille en politique”, traducida al español por Daniela Fernández, para Página/12. Publicada en la edición del 26 de abril de 2012.

Miller, J. A. El partenaire-síntoma (2008). Buenos Aires: Editorial Paidós

Miller, J. A. Hay un gran desorden en lo real, en el siglo XXI (2012).

Lacan quotidien n° 209: http://www.lacanquotidien.fr



NOTAS

[1Términos de Miller en El partenaire-síntoma (2008)