Entrevista
Entrevista a los analistas: una por una
Entrevista a Carlos Rossi, Carolina Córdoba y Gabriela Grinbaum
Gigliola Foco

Universidad Nacional de Córdoba

focogigliola@gmail.com

Juan Brodsky

Universidad Nacional de Córdoba

juan.brodsky@gmail.com

VIRALIDAD

Carlos Rossi. Psicoanalista, AE en función 2020-2023, Miembro de la EOL (Escuela de la Orientación Lacaniana) y de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis).
-Journal Ética & Cine: Lo femenino tiene múltiples definiciones posibles. Una de ellas lo emparenta con la lógica de lo ilimitado. En lo social, lo viral comparte esa lógica, en tanto una masividad de información e imágenes desordenadas, ilimitadas y fugaces que escapan a la lógica fálica ¿Es posible pensar en una articulación entre lo viral y lo femenino?

 Carlos:
Et tout le reste est litterature. Paul Verlaine
Lo femenino (lacaniano) está enmarcado en la lógica del no-todo. Desde el Seminario 20 y en relación a su cuadro de la sexuación, Jacques Lacan es claro en cuanto a que para todo ser hablante posicionarse en un lado o el otro es una elección. Dejemos de lado por un segundo la definición de a que llamamos elección y desplacemos el eje a la idea de consentimiento. Todo sujeto posicionado en el lugar derecho [1] debería poder consentir con la existencia la castración. Es la flecha que va de La tachado al Fi mayúscula. Que no exista La mujer no implica necesariamente que se desconozca el Fi mayúscula. O sea, se trata de un ilimitado con limite. Desde este punto de vista lo viral se emparenta más con la histeria y su metonimia que lo con femenino. Si lo viral es Tinder, como suplencia electrónica a la ausencia de relación/proporción sexual, Tinder no hace más que ampliar la brecha en tanto que, no para todos —claro—, el juego de la elección de candidatos se transforma en un goce en sí mismo mientras el encuentro se posterga o deviene en una fugacidad sin novedad pero no sin consecuencias para el deseo.
Ninguna novedad entonces, para un lacaniano, que de lo viral se desprenda—además de un enorme y atractivo mercado- la paranoia y la sustracción. Lo femenino lacaniano es otra cosa: es un consentimiento contingente con el S de A tachado, con el hecho de que La mujer no existe y finalmente con el que el goce está coordinado por el objeto a.
Una enormidad verdadera que hace que todo el resto sea literatura (para púberes).

VISIBILIDAD

Carolina Córdoba. Psicoanalista, Miembro de la EOL y de la AMP
JE&C.: ¿Podemos pensar el valor de la letra en la literatura, en la poesía en tanto un modo posible de delinear, de visibilizar algo de lo femenino?

Carolina:
¿Dónde encontrar el valor de la letra para Lacan? En su condición de litoral, de borde-surco que se escribe como efecto de la perturbación de los discursos o de la ruptura de los semblantes. La letra como borde, traza una vecindad entre dos territorios heterotópicos y al mismo tiempo produce un efecto de agujero. Es importante aquí distinguir la diferencia entre frontera y litoral. La frontera se inscribe situando dos espacios homogéneos. En cambio, el litoral posibilita las variaciones de conjunción y disyunción espacio-temporales entre zonas no homólogas, como saber y goce. La letra tiene afinidad con lo femenino, ya que para Lacan lo femenino, la alteridad radical, fuera de género que define al goce del Otro, excluido del sentido, existe en un entre. “Entre centro y ausencia.” Cómo notaran de esa cita de Henry Michaux de la cual Lacan se vale, no se trata allí de centro y periferia, ni de presencia y ausencia. Es un entre, que es a la vez un cruce de x, que instala una topología donde el tiempo incide en la configuración del espacio, no-todo centro. Y el espacio se difumina en la evanescencia de la presencia, la ausencia, lo silente. En la literatura o en la poesía se capta la presencia de ese entre, si hay lector destinatario de esa letra (letter). Lacan se interesa por la escritura poética china. Para señalar como en la misma, la caligrafía china no opera vía la representación del mundo, sino añade al mundo un trazo, gesto singular, —equivalente a nuestra cursiva — para aplastar lo universal. Además, los diferentes procedimientos de elisión en la escritura poética china, dan lugar a un vacío vivificante viable de ser desentrañado y transformado, de modo singular en un movimiento perpetuo, característico del pensamiento chino, que desconfía de la problemática del sentido y hace reverberar el imperio de la alusión con la inmersión del lector en el paisaje. Es por la letra que se visibilizan los surcos que receptan cual costas las olas de un mar de tinta balbuceante, sonoro, que, en su propia ondulación, escribe lo femenino. Para finalizar comparto un poema de Hugo Padeletti [2]

ASI SE ENCUBRE UN MUNDO
…………………………………………….. solamente
haciendo la mirada disidente
Y se descubre otro en su espesor,
o mejor o peor.
……………………….. Más de repente,
la mirada se vuelve dependiente
y asume lo exterior:
¡qué cruel diamante
De miles de facetas militantes
a todo evento!
Pero vuelves adentro,
hacia el fondo sedante.

VARIDAD

Gabriela Grinbaum. Psicoanalista, AE 2014-2017, Miembro de la EOL y de la AMP
JE&C: En L´insu  [3] , Lacan formuló el neologismo varidad para hacer referencia al hecho de la dimensión variable de la verdad: ¿Qué articulación posible entre el “no hay la mujer, el “La tachada” y la varidad en su experiencia de análisis?

Gabriela:
Lacan toma de Heidegger la cuestión de la verdad como aletheia. Vocablo griego utilizado desde la filosofía aristotélica y retomado desde la analítica existencial de Heiddeger.
Habitualmente se la traduce como verdad, sin embargo, etimológicamente sería: a
‘sin’ + letheia ‘ocultar’. Es decir, des-ocultamiento.
Develamiento del ser, quitar los velos.
Lacan en L´insu propone un neologismo: varidad.
Juega con los significantes verdad y variedad.
Para situar finalmente la dimensión variable de la verdad, siempre a medias, siempre no toda.
No sólo creía en la existencia de la mujer, sino que buscaba su verdadera naturaleza.
Iba tras la pista de la verdad de la mujer.
Y la buscaba en cada una.
Fue así que en una ocasión en Buenos Aires en el teatro La Plaza, escuché a Jacques- Alain Miller hablar de “la verdadera mujer” y ¡Zas! Allí había que dirigirse.
Por supuesto que no se trataba de la idealización de Medea. Había entendido bien que se trataba de la metáfora que señala el acto de la distancia subjetiva del ser madre.
Aún así, escuchar que La mujer no existe pero que hay verdaderas mujeres fue un alivio desbrujulado.
Les recuerdo que muy temprano supe que la anatomía no es el destino.
Esa frase junto con “La mujer no existe” y “No hay relación sexual”, podría decir que sin entenderlas fueron las que resonaron tanto en mí que me empujaron a la Orientación Lacaniana a los dieciocho años.
No es demasiado original esto, quién no se va a dejar tentar por semejantes y escandalosas afirmaciones.
Desde el primer momento que me acerqué al análisis de alguna manera estas frases estaban en el horizonte de mi cuestión. Y el análisis devino el lugar para construir mi versión de lo femenino ¿Cómo ser una mujer diferente?
No estaba dispuesta a portar las máscaras universales de lo femenino. No a los tacos altos, los collares y los aros, al rosa y mucho menos al maquillaje.
Quiero decir, mi desprecio pasaba por los estándares, lo que para mí eran las vulgaridades de los disfraces de las mujeres. Estaba en mi la fuerte búsqueda por construir un parecer de lo femenino singular, con mi sello y mi pluma.
Sospecho que “ser actriz”, el deseo que me atravesó creo que desde que nací era la manera de ser una y otra y otro y más, con el valor suplementario que ese más conlleva.
Algo de eso estaba en mi programa de goce.
Volviendo al principio, los momentos fecundos de mi análisis fueron marcados por interpretaciones del analista, produciendo “desocultamientos”, caída de velos.
Jugaba en mis sesiones un baile de máscaras en cuyas intervenciones ellas iban cayendo.
Pero… casi todo en mí estaba al servicio de continuar creyendo en La Mujer, sin La tachada.
Buscando que La Mujer no fuera reducida a las mascaradas.
De ahí el desprecio por los tacos y maquillajes.
Una búsqueda de la verdad más allá de las frivolidades.
“¿Y si fuera eso lo femenino? ¿Apenas la mascarada?” Me señaló Marie-Hélène Brousse, a propósito de mi testimonio de pase.
Desconociendo que “en ese camino al andar”, tal como lo situó Miquel Bassols, estaba construyendo mi varidad acerca de lo femenino en mí.
Con un saldo de saber La Mujer no existe.
Y sin embargo Una mujer son muchas mujeres.
Así “las siento” habitando en mi cuerpo hablante.

Nota del editor

Aclaración de la sigla AE: Jacques Lacan en su Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela, define al AE, analista de la Escuela, como aquel al que se le imputa la posibilidad de testimoniar ante la comunidad analítica, por el período de tres años, acerca de los problemas cruciales “en los puntos vivos en que se encuentran para el análisis, especialmente en tanto ellos mismos están en tarea, o al menos en la brecha, de resolverlos” (p. 262). El testimonio del AE como psicoanalista de la Escuela se enmarca en el ejercicio de una función fundamental en el esquema institucional de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, que tiene como objetivo producir una enseñanza, esencial en la formación del analista de la orientación lacaniana



NOTAS

[1Se refiere a las Tablas de la Sexuación desarrolladas por Lacan en los Seminarios 19 y 20 (Lacan, 1972-1973, p.95).

[2Padeletti, H. (2018). Poemas completos “Pequeños poemas en sus cálices” Adriana Hidalgo editora 2018 (p.
437)

[3Lacan, J. Seminario 24: “L´insu que sait de l´une-bevue s´aile a mourre”. Inédito.