“En 1956 un especialista en fertilidad, conoce a una ex cantante de cabaret, diez después publican un estudio científico que revolucionó nuestro conocimiento de la sexualidad humana”, así empieza la serie Masters of Sex creada por Michelle Ashford, en base a la biografía “Masters of Sex: La vida y obra de William Masters y Virginia Johnson, la pareja que enseñó a América cómo amar”, escrita por Thomas Maier. Aquellos que saben sobre series, dicen que en el episodio piloto ya tenemos toda la base narrativa de una serie, en el caso de Masters of Sex podríamos decir que en los primeros 10 minutos ya tenemos todo el episodio piloto: 1˚ Secuencia: La historia comienza la noche que el Dr. William Howell Masters (1915-2001) (Michael Sheen) recibe un reconocimiento público, al recibirlo dice de sí mismo: “Soy un hombre de ciencia, no hablo mucho y me tengo que ir a trabajar”. 2˚ Secuencia: El hombre de ciencia trabajando, planilla, lápiz y cronómetro en mano. El Dr. Masters observa meticulosamente una escena sexual entre un hombre y una mujer. Ella sabe que la están mirando, él hombre en cuestión no. En esa secuencia vemos el acto como un movimiento mecánico, el hombre con la vista perdida en la pared se balancea sobre el cuerpo de ella que permanece reclinada con cara de hartazgo, hasta que decide empezar a gemir, y le dice a su compañero: “Ernnie, you are a fucking animal”, palabras mágicas, Ernnie parece despertarse, cobra vida, gime, grita y llega al orgasmo. 3˚ Secuencia: El científico desayuna con la prostituta. Después de la jornada de trabajo de ambos, mientras desayunan, el Dr. Master hace un recuento de los casos observados, en un momento le corrige los modales a ella: “La servilleta va en el regazo”, ella le responde “Lo dices luego de estar en un closet viendo gente montarse toda la noche”. El Dr. Masters continua revisando sus notas, sobre el último caso tiene dudas, le pregunta a ella: “¿Cuánto estuvo en el período meseta?”, ella responde: “For a fucking ever”. Más adelante el Dr. se entera que Betty (Annaleigh Ashford) no gozó en ninguno de los casos, sorprendido le pregunta si esa situación es común en las prostitutas, ella responde: “Es común en todos los seres que tienen vagina. Las mujeres fingen el orgasmo”. Luego de un momento la prostituta aconseja al científico: “Si realmente quieres saber sobre sexo tendrás que buscarte una mujer”. En estos primeros minutos de la serie, tenemos las líneas narrativas que van a construir las tensiones del relato ya planteadas, con todas sus caracterizaciones encarnadas en cada rol, con sus contradicciones y sus derivaciones. La primera secuencia, nos muestra la pareja tradicional de la clase media americana, los Masters, el médico prestigioso y su esposa (Caitlin Fitzgerald) están sentados juntos de la mano, ella retrata un estilo femenino de la época, ama de casa blanca, un poco aniñada, tensa pero siempre sonriente, más adelante sabremos que incluso lo llama “dady” cariñosamente a su marido, y que tiene una vida sexual completamente insatisfecha. Por su parte él, el Dr. Masters, desde el principio se presenta como un científico, intenta que su oficio defina su ser, nada lo conmueve, nada lo toca porque todo es un desafío del cual extrae un saldo de saber o resuelve con la implementación de alguna técnica. La contrafigura de esta pareja es Betty, la prostituta que aparece en la segunda secuencia de la historia, encarnando el bufón de la corte, ella dice las verdades que Masters no quiere saber, y que ninguno de sus aparatos podrá comprender. Betty le dirá a Masters que el sexo no es algo que se pueda medir, que, de hecho, para ella el tiempo de meseta fue eterno, y que no hay reloj que lo calcule. Le dirá que ella no goza del sexo en su trabajo, y más adelante incluso que le gustan las mujeres y que se permite esa elección. Así, Betty anuncia a otro de los personajes centrales, a Virginia Johnson (Lizzy Caplan), Gini, quien ingresa al hospital como secretaria pero termina siendo la colaboradora del Dr. Masters en sus investigaciones sobre la sexualidad humana. Gini será el personaje antagónico de la Sra. Masters, porque encarna la representación de otro modelo femenino de esa época, uno en realidad que estaba empezando a nacer, se trata de la mujer que empezaba a creer en sus derechos frente a la imposición de su rol tradicional confinado al hogar familiar. Gini, es una excantante de cabaret, dos exmaridos, dos hijos, su propia teoría de las cosas: “Las mujeres confunden que sexo y amor son lo mismo”, ella no tiene esa confusión, cuando sale con el Dr. Hass Nicholas D’Agosto) deja claro que sólo le interesa gozar del sexo, le practica sexo oral en la primera cita a su partenaire sin temer, ni le avergüenza reconocer su deseo, además exige los mismos derechos al goce que los hombres, en la segunda cita le dice a Dr. Hass: “… ¿te gustó lo que te hice la otra noche? Ok, ahora haceme lo mismo”. Además Gini es ambiciosa, cuando escucha que la otra secretaria le dice “Masters es el macho alfa del grupo” le brillan los ojos, y al verlo dirigir la cirugía sale directamente a buscarlo, hasta que al final busca inscribirse en la universidad, quiere un titulo en “algo importante”, quiere destacarse y avanza. Pero Betty además de anunciar el personaje de Gini, además de portar los rasgos de comedia de la narración, Betty desbarata la investigación inicial del Dr. Masters cuando le informa que las mujeres fingen el orgasmo, por lo tanto ¿cómo hará para medir algo a través de la observación de la conducta de los casos, si se está frente a una conducta fingida? Masters que pasó toda la vida tratando de satisfacer a las mujeres convirtiéndolas en madres, se da cuenta que el mundo femenino es mucho más complejo, se lo dice a Hass: “¿Qué quiere la mujer? El enigma de la vida misma ni se acerca al insondable misterio de esa pregunta”, sin embargo se obsesiona con ese tema, y cuando discute con el Director del hospital, le dice que ya no le interesan esas mujeres decepcionadas y confundidas para las que el sexo es una tortura, él quiere entender el deseo femenino, le interesan las mujeres que desean y ya sabe que eso no tiene que ver con la maternidad. Así, para entenderlas, Master tiene que reinventar su técnica, buscar algo que pueda eludir la actuación o la simulación de la mujer, y la garantía es la técnica, organiza e incluso inventa una serie de aparatos para medir lo más objetivamente posible los efectos orgánicos que provoca el comportamiento sexual. Esa es la investigación que llevará adelante con Gini. En este primer capítulo, cuando las investigaciones en el laboratorio comienzan, el espectador puede suponer que Gini tendrá un papel determinante en la historia, pero no sólo por su valor de investigadora, sino por lo que provoca en el Dr. Masters, en este sentido parece ser premonitorio el consejo que le da Betty en la tercera secuencia al principio del episodio: “Si realmente quieres saber sobre sexo tendrás que buscarte una mujer”. Esa mujer es Gini. Y una cuestión más que revelan esos 10 minutos iniciales de la serie, es la enorme confusión que genera interpretar que la sexualidad es el coito. En este punto también es Betty la responsable de llevar la voz de la verdad, cuando el Dr. Masters le dice que la servilleta va en el regazo y Betty le responde: “Lo dice luego de estar en un closet viendo gente montarse toda la noche”. Eso mismo le insinúa la Sra. Horchow, su secretaria, cuando al enterarse del proyecto del Dr. Masters plantea su desacuerdo moral, Masters le dice que se trata de ciencia, y ella le responde: “Póngale el nombre elegante que quiera”. Lo que estas frases irónicas revelan es que más allá de todo se trata del goce. Así, todo apunta a que el Dr. Masters no es solo científico como lo dice al principio, es un hombre, hay un goce que obtiene de sus investigaciones, algo sin decir que circula y de lo cual el Dr. Masters nada quiere saber. Sin embargo, el capítulo piloto parece anunciarlo, sobre todo al final, cuando Masters le dice a Gini que probablemente ellos tengan que tener sexo para no interferir en la investigación. El goce es algo que no puede reducirse al coito, aparece ligado a los circuitos pulsionales y construye el erotismo singular de cada quien. Así en la segunda secuencia, por ejemplo, vemos con claridad que el goce de Ernnie pasa más por la voz y las palabras que le dice Betty que por la fricción de los cuerpos, y aquello es algo que se le escapa al cronómetro del Dr. Masters. Por último vayamos al texto del principio de todo que funciona como introducción de la serie: “En 1956 un especialista en fertilidad, conoce a una ex cantante de cabaret, 10 años después publican un estudio científico que revolucionó nuestro conocimiento de la sexualidad humana”. Ahora bien, la pregunta es: ¿cuál fue la revolución? Como ya lo dijimos, es un grave error confundir la sexualidad humana con el coito, y ese texto que anuncia la narración a nivel conceptual, aunque como marketing para la serie puede ser muy bueno, produce esa confusión. La satisfacción sexual en el ser humano puede estar reprimida, desviada, sublimada, etc. Esa es la razón por la cual alguien puede encontrar una enorme satisfacción sólo en mirar como el Dr. Masters, o en hablar como el chismoso Dr. Hass, o en escuchar la voz de una mujer diciéndole “bestia” como Ernnie, etc. Por lo tanto, si hablamos en términos científicos, lo más verificable de todo lo que descubre el Dr. Masters, se resume en una frase conclusiva que dice en un momento: “La verdad es que nadie entiende el sexo”. Por supuesto, y mucho más difícil se vuelve de comprender la sexualidad, si lo que se busca es una ley universal. Por el contrario, en lo que concierne a la sexualidad cada quien tiene que entender y encontrar su propio modo de vivirla. En este sentido la verdadera “revolución de nuestro conocimiento de la sexualidad humana”, fue 50 años antes del Dr. Masters, en un mundo y una sociedad mil veces más conservadora. Esa revolución la llevó adelante el Dr. Sigmund Freud cuando en 1905 publicó “Tres ensayos de teoría sexual”. Poniéndose en contra a todo el saber científico de la época, afirmó que la sexualidad humana no se rige por la biología, que no tiene nada que ver con la naturaleza, que se construye en la relación histórica del sujeto con los otros que lo rodearon, a través de pequeños acontecimientos que van erotizando el cuerpo y marcando zonas del mismo a través de las cuales, luego, cada quien obtendrá satisfacción. Freud enseñó que es justamente de la historia de cada sujeto de donde se derivan las prácticas de goce por las cuales los sujetos orientan su vida sexual, y que esa vida sexual es completamente singular, es uno por uno, por lo tanto no está, ni estará, gobernada por ninguna ley universal, ni religión, ni principio científico, que intente regularla de manera unívoca. Desconociendo a Freud tal vez, el Dr. Masters insiste en tabular y medir cuestiones de lo humano que no entran en los porcentajes científicos de un esquema mecanicista. En este marco la segunda secuencia tiene un detalle genial que no mencionamos aún, es el momento del orgasmo de Ernnie. Cuando Betty dice las palabras “mágicas”, Ernnie comienza a gemir y gritar, el Dr. Masters espera unos segundos, mira el cronómetro y finalmente oprime el botón para detenerlo. Se supone que para el Dr. Masters, Ernnie terminó de gozar de su orgasmo en el momento que detiene el reloj, la pregunta es ¿cómo hace Masters para saber cuando detener su cronómetro?, ¿cuando Ernnie para de gritar?, ¿cuando para de gemir?, ¿cuando vuelve al ritmo cardíaco habitual? Un dato curioso es que el mismo año que está colocado este primer capítulo de Masters of Sex, 1956, Jackson Pollock meses antes de morir da una entrevista al New York Times. La periodista le pregunta “¿Cómo sabe cuando una obra suya esta terminada?”, y él le responde: “No lo podría explicar, ¿cómo saber cuando se termina de hacer el amor?”. Efectivamente, no hay cronómetro para algunos aspectos, los fundamentales, de la condición humana. Por lo tanto, si bien podríamos considerar que algunas de las preguntas tanto de Freud como de Lacan estaban impulsadas por saber sobre lo femenino, y en eso podríamos encontrar similitudes con el Dr. Masters, ambos hicieron el enorme esfuerzo de escuchar a cada una de sus pacientes en su singularidad, en lo que no entraba en la norma universal. Por el contrario, Masters busca establecer leyes universales que unifiquen y homogenicen las singularidades. En realidad Masters no quiere saber nada, utiliza la ciencia para no saber, sólo quiere construir un sistema que logre regular el mecanismo universal del goce sexual, y comprender los enigmas de lo femenino de una vez por todas, eso lo tranquilizaría, a él como sujeto. Es su propio enredo subjetivo con el otro sexo lo que le impide ver los límites de sus métodos científicos: ¿Qué saben los cronómetros cuándo se termina de hacer el amor? Referencias Freud, S. (1905) “Tres ensayos de teoría sexual” en Obras Completas. Volumen 7. Buenos Aires: Amorrortu, 2008.
¿Es tan revolucionario saber que en el coito hay cuatro etapas (excitación, meseta, orgasmo, y fase refractaria)? ¿Es revolucionario saber en cuanto aumenta el ritmo cardíaco durante la excitación? ¿Es revolucionario saber los minutos del periodo refractario o la variación de la temperatura del cuerpo en el orgasmo? ¿En qué son datos revolucionarios esos números?
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