Introducción El film Estómago (Jorge, 2007) contiene unos elementos fecundos para su análisis desde las ciencias sociales. En este artículo se intenta plasmar, a partir de un marco teórico antropológico y, con más precisión, desde la sociología brasileña, la importancia de la comida como elemento socializador. En este sentido, se evidencian pocos trabajos que indaguen sobre la alimentación y sus implicaciones sociales, por tanto, la ruta que toma el trabajo es rescatar las menciones del sociólogo Roberto Damatta (1987; 2006) sobre la importancia de la comida en darle sentido a los aspectos sociales de la cotidianidad de Brasil. Seguidamente, se complejiza de forma más adecuada sobre el acto de devorar - comida, sexo y muerte- teniendo en cuenta al film y, conceptualmente, los aportes de Jean Baudrillard (1993; 2000). El argumento del film El film Estómago, dirigido por Marco Jorge, se adentra en la historia de Raimundo Nonato, un cocinero preso que progresivamente narra los eventos que lo llevaron a la cárcel. El argumento puede ser simple, un cocinero que asesina a su jefe, dueño del restaurante, y es condenado a prisión en donde tiene que ganarse las lealtades de sus compañeros mediante su talento en la cocina. Sin embargo, la complejidad del texto está en el análisis de su profundidad argumentativa, y para esto es menester acercarse de una forma más detallada. La película interesa como texto de indagación sobre lo gastronómico, la relación que entretejen los protagonistas con la comida y los intercambios que surgen desde lo alimenticio, atravesando el poder y el sexo. Con tintes de humor negro y crítica social, Estómago centra en su argumento en las vicisitudes de Raimundo, un campesino que llega a la ciudad de São Paulo y cuya única virtud es saber cocinar. Después de trabajar casi esclavizado en una fonda de bajo prestigio, descubre un saber-hacer sobre los alimentos que lo llevan a conocer a Giovanni, el dueño de un restaurante italiano que lo contrata de ayudante de cocina introduciendo al protagonista en la exquisitez y variedad de la cocina italiana. La película entreteje dos momentos narrativos; uno es la relación de Nonato con la cocina, su descubrimiento y el reconocimiento social que esto le da. Aquí surge el personaje de la prostituta que intercambia sexo por comida, quedando de manifiesto el correlato que hay entre el sexo, la comida y la insatisfacción que se genera en la búsqueda por saciar este par de apetitos. El protagonista parece extasiado por la cantidad de olores, sabores y variedades que permite la cocina italiana, y se encuentra en constante experimentación con las posibilidades que brinda esta gastronomía. Mientras esto sucede, él se va enamorando de la prostituta hasta el punto de organizar, hipotéticamente, los detalles de su matrimonio con ella. Un día él sale a buscarla por las calles donde ella trabaja pero no la encuentra y, extrañado, se dirige a la casa de Giovanni, donde se lleva una desagradable sorpresa. El segundo momento, muy bien articulado al desarrollo del primero, narra los pormenores del protagonista en la cárcel donde paga una condena por homicidio. Al parecer, él se muestra cómodo tras las rejas pues disfruta de cierta posición de poder al ser el cocinero de los reos. Al interior del presidio, la cohesión de los internos con el líder se genera teniendo de intermediario al cocinero que los hace partícipes de un momento de catarsis y unidad tal como lo plantea Naomichi Ishige (1987): “Reunirse durante las comidas fortalece al grupo y contribuye sin duda a su cohesión. Es también un medio de comunicación que permite a sus integrantes expresar su identidad dentro de él” (p. 18). A su vez, los reos empiezan a preguntarle el porqué de su encarcelamiento alrededor del plato de comida. Damatta (1987) explica que la comida, en contraposición a lo alimenticio, resalta las emociones y los sentimientos; sobre el plato se recuerda la vida en libertad. La codificación de las reglas y la estratificación del poder se manifiestan a la hora de comer. La formalización de las mismas se dan, como lo muestra la película, en el momento exacto del almuerzo: unos ocupan su lugar asignado, ya sea el suelo o unas sillas, y los que comen primero son aquellos que ostentan la voz de mando dentro del grupo. También la disposición a la hora de dormir se asigna con relación a la cercanía con el líder, siendo Nonato de los más próximos a la parte alta del camarote donde duerme el cabecilla. Cabe destacar que los reos no tienen un paladar acostumbrado a la gastronomía italiana por lo cual Nonato cocina lo más básico para su gusto y para deleite de sus compañeros de celda. Otro elemento de la narrativa de la película es la consolidación de la comida como sustituto de otros goces. Tanto para el cocinero como sus comensales, el goce que les procura los alimentos parece suplir otras formas de satisfacción que son visibles en las cárceles (el consumo de drogas, el ejercicio, los tatuajes, las relaciones sexuales…etc.). La satisfacción se muestra plástica, maleable, pero direccionada al buen comer dentro de la cárcel, generando a su vez cohesión: “[…] las relaciones que supone compartir la comida en torno a la mesa (en nuestro caso la celda) están permitidas a todos los miembros de la familia y tiene por objeto unirlos” (Ishige, 1987, p. 20). Al final de la película, los dos momentos se entrecruzan en un clímax de comida, sexo y muerte. Nonato descubre a Giovanni teniendo sexo con la prostituta a cambio de un suculento manjar. La prostituta le tenía prohibido los besos en la boca a Nonato, pero él nota que con Giovanni esta contraindicación no aplica. Este es el detonante para que el protagonista lleve a cabo su Ars culinario: mata a Giovanni y a la prostituta, cercenándole a esta última una nalga que fríe a manera de carne de hamburguesa. El otro momento, que enlaza el texto fílmico, es cuando Nonato decide vengarse del líder del grupo preparando una comilona que contiene un veneno exclusivo para él. Al eliminar a este eslabón, Nonato queda más cerca del poder, al convertirse en el cocinero líder de la cárcel. Nonato, al final de la película, parece no tener ningún remordimiento por los crímenes que ha cometido pues, al fin y al cabo, tiene un techo, comida, cama y está cerca de las dinámicas del poder dentro de la cárcel; como un día cocinó una nalga humana al otro día puede cocinar hormigas a las finas hierbas. La película muestra que la violencia es una práctica social establecida y también hace patente cierto desprecio por las clases bajas que “no saben comer” por “falta de cultura”, a la manera del cine con contenido violento hiperreal expuesto por Henry Giroux (2002). La naturaleza mundana de la violencia pone a los personajes en cierto limbo moral, generando atracción y justificación por su actuar. La importancia de la comida en los procesos sociales La cultura popular latinoamericana es fuente de conocimientos certeros, es la voz de los humildes que mediante las artesanías, la música, los bailes, la comida y los refranes se resiste al poder dominante. Precisamente la relación entre la alimentación y los refranes (dichos) es un tema recurrente en lo popular, unos ejemplos: “Al que no quiere caldo se le dan dos tazas”, “Barriga llena, corazón contento”, “Indio Comido, indio ido” y “A todo cerdo le llega su diciembre” demuestran como la alimentación hace parte inmanente de la cultura de nuestras sociedades. Aunque los refranes no sean el tema central de este escrito, son pertinentes para introducir el tema de la alimentación, porque una gran amalgama de refranes tiene componentes alimenticios que ratifican la importancia de la comida para las sociedades. Esa misma importancia la destacó el jurista Francés Anthelme Brillat-Savarin cuando indicó “Dime lo que comes y te diré quién eres" en su texto del siglo XIX Fisiología del gusto. En su texto “Sinfonía de los sabores” Claude Lévi Strauss (2008) realiza una reflexión de los sabores y su importancia cultural. De esta manera, indica que cada sabor tiene una referencia a un lugar o espacio, por tanto la cocina de una sociedad es un lenguaje en la que se encuentra presente, consciente e inconscientemente, su estructura y sus contradicciones. En este orden de ideas, la cocina está acentuada por lo social, por la otredad con quien se comparte los alimentos. El sociólogo japonés Naomichi Ishige (1987) en su artículo Comer en sociedad resalta la importancia del compartir en la mesa, para él, la comida sola pierde todo su sabor por tanto es necesario reunirse en compañía para un mejor disfrute. La comida en grupo fortalece y organiza. Ishige enfatiza la importancia del compartir en la familia para el reconocimiento de las normas, reglas, leyes y la identificación de una autoridad quien hace el reparto alimenticio más equitativo o por el contrario más injusto. La importancia del grupo en el gusto y en el fortalecimiento organizativo es notorio. A esto se le puede sumar que los hábitos culinarios de cada sociedad son influenciados por factores como la clase, la raza, la religión y el ambiente social en general. En el caso brasileño, la investigadora Cristiane Nunes dos Santos (2007) en su artículo “Somos lo que comemos Identidad cultural, hábitos alimenticios y turismo”, reflexiona sobra la identidad cultural de la comida en Brasil con sus múltiples colores y sabores. Así pues, la identidad cultural está sujeta a una relación de múltiples actores. En Brasil, y en muchos países de Latinoamérica, se habla de un multiculturalismo que se nutre de la tradición indígena, africana, asiática y europea que contribuyeron a diversificar, entre otras cosas, la gastronomía. Esta identidad en la comida brasileña es trabajada por el sociólogo Roberto Damatta (1987) en su artículo “La cultura de la mesa en Brasil”, denotando la identidad alimentaria y su relación, en el caso brasileño, con las emociones realizando una distinción entre alimento y comida; cualquier sustancia nutritiva puede ser alimento, pero no todo alimento es comida. En este caso, la comida se convierte en el sabor emocional de la cultura en Brasil. La comida permite expresar y destacar la identidad emocional desde la familia hasta lo nacional. El acto de comer talla ciertos aspectos de identidad que conllevan a un lugar de enunciación, a una memoria colectiva del recuerdo y emocionalidad en cada bocado. La comida como elemento socializador emerge con importancia. En el caso brasileño, es un elemento necesario para definir lo que se entiende por Brasil. Damatta (2006) busca explicar las distintas dimensiones del ser brasileño desde las prácticas sociales comunes y la cotidianidad. Este rastreo del ser brasileño indaga lo que hace del Brasil un aspecto cultural y social distintivo. Claramente la comida es un aspecto importante, no es elemento central de la investigación de Damatta, pero se percibe implícitamente la importancia de esta, para establecer una identidad, para la definición de un grupo o la clase. La comida es una parte de distinción social e implica el acompañamiento del poder para que esta distinción demarque los espacios de clase. Además, es de resaltar la importancia de la comida como enclave socializador, la comida entre pares, familia y amigos es un tema reiterativo y presente en la cotidianidad. Sin embargo, la comida no solo se ancla en los espacios sociales y transgrede al escenario privado en lo sexual, así pues, el acto sexual se torna en un acto de “comer”, de “ingerir” y la comida como un acto de satisfacción personal. Sobre el acto de devorar: comida, sexo y muerte El impulso o deseo de querer devorar a alguien se puede entender como un acto social o, para Baudrillard (1993), simbólico en tanto arbitrario y singular, donde lo que se pretende es mantener ciertos lazos o vínculos con aquel a quien se devora (el muerto). Baudrillard señala: “Más allá de lo alimenticio, el problema es el del impulso oral de devorar, sobre el cual pesaría para nosotros una prohibición fundamental” (p. 159). El querer devorar al muerto es señal de respeto y por ello se vuelve sagrado; el restablecer y mantener los vínculos con el muerto por medio del acto de devorar da cuenta que el matar y el comer “son actos sociales que se derivan del dispositivo de la obligación simbólica” (p. 160), escapando a las determinaciones del valor de uso o de cambio, es decir como puro signo que puede ser intercambiable. El matar y el comer se vuelven puro don que se da, se devuelve y se puede intercambiar. El asesinato de la prostituta y el acto de canibalismo por parte de su prometido se podría entender bajo esta dinámica de circularidad de intercambios donde lo que se da se tiene que devolver. La continuidad de algo se fundamenta en hacerlo circular y aquí vemos como se desprende metonímicamente la continuidad del tener. Al no poseer a la chica, Nonato hace circular su deseo poseyendo una parte de ella que devora en el acto. Todo, para Baudrilliard (2000), entra en la dinámica de los intercambios: “El sexo, los genes, las redes, los deseos y los socios, todo cae bajo la jurisdicción del cambio y del intercambio” (p. 81). El comer como acto social hace que la dinámica del grupo se ponga en juego. Permite la consolidación del mismo en tanto se da un intercambio social, trasmutando lo comido en relación simbólica. El don del cocinero, su alimento, es aquello que permite la circularidad en tanto se devuelve algo que luego se puede intercambiar. Los vínculos, las tensiones y los posicionamiento jerárquicos de los reclusos son posibles, y repotenciados, por el don de la comida. Más aún, por medio de la comida, Nonato va escalando en la jerarquía de la cárcel, intercambiando su don, su comida, por nuevas formas de relacionamiento con los otros que lo rodean. La comida se convierte en puro signo que puede ser intercambiado por otros signos (comida por techo, comida por sexo, comida por dinero, comida por prestigio… etc.). La dinámica simbólica permite que la sexualidad se intercambie con la muerte, siendo ésta la culminación del goce que va más allá de todo valor de uso o cambio. Tomando un fragmento de la obra de Bataille sobre el erotismo, Baudrillard (2000) señala: No hay diferencia entre la muerte y la sexualidad. No son sino momentos agudos de una fiesta que la naturaleza celebra con la multitud inagotable de los seres, una y otra tienen el sentido del derroche ilimitado al cual procede la naturaleza en contra del deseo de permanecer, que es propio de cada ser. (p. 180) Comida, sexo y muerte se intercambian en una fiesta donde el derroche es la constante que entrelaza estos contenidos en múltiples posibilidades. El comer en pleno coito abre la posibilidad de una continuidad que finaliza con la muerte de la comensal, y objeto de goce sexual, abriendo un nuevo camino de posibilidades y de relacionamientos para el protagonista. La comida se presenta como el reverso de esa parte maldita de lo corporal pero, a su vez, es el complemento que posibilita el circuito de intercambios entre la sexualidad y la muerte. La película es un flujo constante de actos sociales que derivan en intercambios, trasposiciones y dones que asemejan mucho al ritual católico de la eucaristía; la comida, en la película, da oportunidades, permite relaciones entre sujetos, cierra ciclos, aproxima al encuentro sexual y permite el tránsito a la muerte, relanzando de nuevo este ritual. Conclusión El film Estómago es un correlato que va más allá de lo meramente gastronómico entrecruzando las relaciones que llevan al intercambio simbólico. La dinámica comida-sexo-muerte se muestra como una constante en la narración, posibilitando actos sociales que dan sentido al quehacer del protagonista en los dos momentos narrativos del film. La importancia del cine como texto de análisis radica en las múltiples posibilidades de lectura y reflexión, convirtiendo el film en un documento hipertextual que puede ser abordado desde varias disciplinas de las ciencias sociales. En esta reflexión se ofrece una lectura de lo gastronómico como posibilidad académica de complejizar la realidad social. Referencias Baudrillard, J. (1993). El intercambio simbólico y la muerte. Caracas: Monte Ávila latinoamericana. Baudrillard, J. (2000). El intercambio imposible. Madrid: Ediciones Catedra. Damatta, R. (1987). La cultura de la mesa en Brasil. El correo de la Unesco, 5, 22-23. Damatta, R. (2006) Carnavales, malandros y héroes. Hacia una sociología del dilema Brasileño. México: Fondo de cultura. Harris, M. (1995). Bueno para comer un estudio antropológico de la alimentación en las distintas culturas: los alimentos buenos y malos de cada civilización. España: Editorial Alianza. Giroux, H. (2002). Cine y entretenimiento. Raza y cultura de la violencia en las películas de Hollywood. Barcelona: Paidós. Ishige N. (1987). El hombre comensal. El correo de la Unesco, 5, 18-21. Jorge, M. (director). (2007). Estómago [cinta cinematográfica]. Brasil: Downtown Filmes. Lagny, M. (1997). Cine e historia: problemas y métodos en la investigación cinematográfica. Barcelona: Bosh. Nunes, S. (2007). SOMOS LO QUE COMEMOS. identidad cultural, hábitos alimenticios y turismo. Revista estudios y perspectivas en turismo, 16(2). Strauss, L. (2008). Sinfonía de los sabores. El correo de la Unesco. 5: 35-38.
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