Reseña de libro
Una lettre llega a destino
Una apuesta por la letra: Psicoanálisis y Literatura. 1° ed. Editorial de la UNC, Grama.
Natalia Bonansea

Universidad Nacional de Córdoba (UNC)

natybonansea@gmail.com

Toca a ese lector dar a la carta en cuestión,
más allá de aquellos a los que fue dirigida un día,
aquello mismo que encontrará allí como palabra final:
su destinación.
(Lacan, 2014, p. 21)

Desde Freud, el Psicoanálisis se ha interesado por el universo de las formas y los relatos Wajcman (2019), dando un lugar privilegiado a la literatura como modo de anticiparse, de demostrar, de experimentar, los desafíos del encuentro fallido entre lo real y el lenguaje. Causados por ese interés, “Psicoanálisis y Literatura”, espacio de extensión de la Universidad Nacional de Córdoba, coordinado por Guido Coll, nos encontró sosteniendo una transferencia de trabajo a María José Ghione, Laura Uez, Eugenia Castro, Rodolfo Arsento, Natalia Bonansea, Catalina de la Barrera, Sofía Sartori y Francisco Suarez. Durante siete años, se desarrollaron diferentes cursos abiertos a la comunidad, contando con la enunciación de escritores y psicoanalistas argentinos, orientados por un nombre propio de la literatura, en la siguiente secuencia: “¿Por qué Lacan lee a Joyce?”, “Un rendez-vous con Barthes”, “Lacan y Duras. Escribir lo Femenino”, “Lacan con Beckett”, “Fixiones: de Borges a Lacan”…

Fue una apuesta, bajo la convicción de que “la tierra prometida, es a condición de apostar” (Coll, 2025, p. 17). Apuesta de encontrarnos cada vez, como lectores apasionados, apostando en múltiples sentidos y espacios, incluyendo también a la ciudad, a la universidad, a las editoriales, despertando preguntas que van de la historia hacia el futuro, pasando por los interrogantes del hoy. Apuesta que fue constituyendo la sustancia de la que está hecha este libro recientemente publicado, como experiencia de lenguaje, de lectura, de encuentro entre varios, pero también de satisfacción. Porque en esa relación imposible entre goce y palabra, entre real y discurso, aparece la letra y la escritura, como puntos de fijación, de litoral, de resto, de inscripción, que no sólo nos transmiten un imposible, una falla, un traspiés, sino también la experiencia de un cuerpo vivo. Tal como lo dice Bassols (2025) en el “punto cero” de este libro, “hay una letra en la palabra dicha, hay una escritura en el decir” (p. 21), y esa “letra funciona aquí como un recorte en el saber, cavando un agujero que, en la medida en que se quiere llenar de sentido, recorre a invocar ahí un goce” (p. 23).

De esta forma, cada nombre propio de la literatura elegido da cuenta de ese recorrido, pero no solamente ellos, sino también sus lectores vueltos escritores para esta publicación. Cada uno ha pesquisado con esmero las marcas de esa experiencia de satisfacción, al tiempo que ha inventado una forma singular de hacer resonar esa experiencia en su texto, hasta llegar a nosotros. Así, en el primer capítulo sobre James Joyce, Pilar Ordoñez señala con fineza que la “luminosidad se da en una sensibilidad creadora” (p. 30), reflejada en Joyce a través del uso de la epifanía como procedimiento, epifanía en tanto experiencia de placer que no resulta de lo bello sino del “estremecimiento ante el misterio” (p. 31). Alejandro Willington, por su parte, advierte ávidamente que el “ejercicio de la escritura de Finnegans Wake implicaba para Joyce un goce estrechamente enlazado a la risa, hasta diríamos freudianamente, ya que como sabemos para Freud el equívoco forma parte de la estructura del chiste” (p. 39). Y María Calviño, interpreta que hay un modo particular de la poética joyceana, el de “escribir como hablaba”, que “lejos de ser una simplificación, es la clave que explica su entrega de años en el exilio para “fijar” (uso la palabra en el sentido que le dan los artistas visuales) una materia viva, fluida y distante la cual, decíamos, también nació de la literatura (p. 49).

En el segundo capítulo nos citamos con Roland Barthes, de la mano de Carolina Córdoba y Gabriela Simón. Carolina, en un diálogo inventado haciendo “trampas con la lengua”, nos acerca la voz de Barthes para recordarnos que la literatura no sabe, o sabe sólo en tanto que consideremos el trabajo que el lenguaje nos provoca, haciendo que la “escritura se encuentra donde quiera que las palabras tengan sabor. Saber y sabor tienen la misma etimología” (Barthes, 2011, p. 68). Y Gabriela, detallista al captar en el estilo de Barthes una vocación por el matiz y la sutileza, no sólo nos trae una anécdota sobre el encuentro real entre Barthes y Lacan, sino que nos dice: “Barthes el extranjero, el ajeno a la doxa, el itinerante, el enamorado de un lenguaje que siempre se desplaza. Intento no olvidar sus palabras: “ser extranjeros es inevitable, necesario, deseable” (p. 80).

De allí, aterrizamos en Marguerite Duras, aquella que Lacan (2012) decía “resulta saber sin mí lo que yo enseño” (p. 211). Candela Méndez, interrogada sobre “la percusión de las palabras en el cuerpo” y su relación a lo femenino, encuentra en Duras “una feminidad cercana al borde de lo indecible” (p. 92), sobre todo respecto de las experiencias en donde el cuerpo se torna un lugar de martirio por el amor y/o el dolor de existir. Liliana Aguilar, por su parte, escribiendo con la convicción de “dejar de girar en redondo”, señala que “la escritura es una ayuda contra” la debilidad mental propia de los seres hablantes, y que por eso justamente “es una experiencia de cuerpo, es decir, una experiencia de satisfacción” (p. 99). Y finalmente, María Teresa Andruetto nos regala su arte, y aunque “no todo ha sido narrado allí”, va intercalando fragmentos literarios, para llegar a decirnos con y respecto de Duras (1975), que: “Mujeres que parecen querer (literalmente) morir de amor constituyen la escena recurrente. Eso que ahí se oculta las embelesa hasta perderse, entregadas a un deseo que no comprenden, en busca de un absoluto (...) Escribir, dice. Vicio. Violencia. Destruir, dice. Necesidad de eso imposible de describir, eso que la impulsa a escribir de la manera única que cada voz tiene de recordar o de olvidar” (pp. 105–106).

En el cuarto capítulo, toma la escena Samuel Beckett quien, por señalar “el valor del objeto resto”, se gana la mención de Lacan (2012b) como aquel que ha salvado el honor de la literatura (p. 20). Eugenia Molina nos invita entonces a pensarnos como beckettianos, y aprender del autor que al “hacerse mirar en su condición de resto, alojando el humor como un elemento esencial en la transmisión, nos muestra un uso del lenguaje que incluye lo pulsional en su dimensión de real, sin sacrificar el relato en su medida ficcional” (p. 115). Blanca Sánchez, por su parte, elucubra aquellas marcas que permiten a Beckett (2006) construir su estilo “sin estilo”, desde la adopción de una lengua otra, hasta el despojo de toda certidumbre o pretensión, para poder entrever “el mundo que decía crear para poder respirar” (p. 124). Desde allí, concluye, “podría bien enseñarnos que el estilo es la letra, o incluso, que su estilo es lituraterrizar” (p. 134).

Entonces, llegamos a Borges, el escritor argentino citado por Lacan, el poeta, el escritor, el traductor, pero por sobre todo el lector incansable (y, confesión aparte, uno de mis autores preferidos por influencia paterna). En una conversación fulgurante antes, durante y post encuentro, entre Gisela Smania, Gastón Cottino, Flavio Lo Presti y el equipo de Psicoanálisis y Literatura, se fue orquestando el mundo de las ficciones y fixiones que encuentran a la elucubración borgeana con la lacaniana. Así, Smania previo a contar un detalle singular en su cruce con Borges, capta “su afición microscópica”, paradojalmente atravesada y reinventada por la ceguera que lo aquejaba, “secretando ficciones” de lo real imposible. Por eso Borges nos enseña que “frente a la imposibilidad de decir lo verdadero, la ficción se aproxima más al misterio por el que se juntan la palabra con el cuerpo. Precisamente, en la casa de las palabras puede llegar a fijarse, en el mejor de los casos, un trozo de satisfacción singular” (p. 147).

Por su parte, Gastón Cottino, quien ha explorado fervientemente el encuentro entre Lacan y Borges respecto a la palabra poética y cómo la misma signa la experiencia analítica en tanto efecto de sentido y agujero, explica que cuando la ficción se encuentra con un punto imposible, algo se fija, haciendo surgir un goce que “hará signo y letra” para alguien. Y, por ello, “esta es una de las maneras de demostrar lo que Lacan dice de Borges, en 1956 en su texto sobre La Carta Robada. Allí indica que la obra de Jorge Luis Borges es “armónica con el phylum” del discurso psicoanalítico. Es decir que recupera lo cortante sino de su verdad, de su relación a otra cosa que es el objeto, o mejor, lo real” (p. 155). Y Flavio Lo Presti, escritor cordobés, reversiona “Borges y yo”, para transmitirnos la experiencia de una escritura atravesada por otras escrituras, que lejos de ser simplemente un par de influencias, se escabulle por cada rendija del viviente, activando hasta la experiencia de la muerte. Así, como Borges lo demuestra, el lenguaje se presenta como “un instrumento fallido”, con su potencia ficcional y su cara monstruosa e insaciable. Por ello, nos dice, “no hay escritor en el tiempo que va entre Borges y yo en que no se vean las marcas de la lucha con esa impugnación gozosa, esa puesta en duda de la posibilidad de escribir que es la obra de Borges (...) Cada uno de nosotros tuvo que inventarse una forma, que no deja de ser una forma de trastabillar” (p. 166).

Llegamos entonces al final, de la mano de un epílogo que, en aprés-coup, nos regala una clave de lectura fundamental: la práctica analítica es una experiencia de lenguaje, que nos encuentra como analizantes-lectores con el “savoir-leer la opacidad lenguajera que nos habita” (Coll y de la Barrera, 2025, p. 173). Y en ese recorrido, descubrimos que “el lector que propone Lacan, no es otro que el de Borges, ese lector como héroe a partir del espacio que se abre entre la letra y la vida” (p. 176). Por eso, “Una apuesta por la letra”, vale la experiencia de satisfacción de ser leída. Esperamos que una carta llegue a destino, para cada uno, en cada quien, cuando las páginas de este libro se encuentren entre sus manos.

Referencias bibliográficas:

Coll, G. (Dir.), Bassols, M., & otros. (2025). Una apuesta por la letra: psicoanálisis y literatura (1.ª ed.). Editorial de la UNC; Grama.
Lacan, J. (2012a). Homenaje a Marguerite Duras por el arrobamiento de Lol V. Stein. Otros escritos. Paidós.
Lacan, J. (2012b). Lituratierra. Otros escritos. Paidós.
Lacan, J. (2014). Obertura de esta recopilación. Escritos 1. Siglo Veintiuno Editores.
Wajcman, G. (2019). Las series, el mundo, la crisis, las mujeres. UNSAM Edita.



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