Una pesadilla diurna: niños bajo la influencia de las pantallas
Cartoon Cat, Skibidy toilet, Poppy playtime, (Huggy Wuggy) | YouTube | 2025
Gabriela Molina

Universidad Católica de Cuyo (UCCuyo)



Christiane Alberti (2024) en su conferencia “Psicoanálisis hacia la juventud” nos recuerda que Lacan siempre le dio un lugar privilegiado a la juventud destacando que los jóvenes son sensibles al discurso dominante, una placa sensible a la contemporaneidad.

El discurso analítico es el único que escucha el sufrimiento humano, el único discurso que toma en serio lo que al hombre lo supera, lo que no comprende.

El mundo actual privilegia “el hacer y el tener” sobre “el ser”, se produce una “deslocalización” del sujeto que se dirige sin cesar a un objeto quedando desposeído de una parcela de interioridad. El sujeto queda privado de un retorno hacia sí mismo.

¿A qué se refiere cuando habla de la interioridad? Son los efectos de la palabra que constituyen en nosotros otra realidad, las palabras que marcan. Se trata de una realidad que sobrepasa los hechos, su propia irrealidad. La palabra nos permite construir un mundo que no existe, nos permite imaginar un mundo.

Esta interioridad se debe “al eco en el cuerpo del hecho que hay un decir” (Lacan, 2006, p. 18). Para que resuene este decir, es preciso que el cuerpo sea sensible a ello. Esto se produce porque el cuerpo tiene algunos orificios. Cuerpo y palabra están anudados. Las palabras constituyen para nosotros nuestros sueños, expectativas, inhibiciones, obsesiones. Hacer que el yo no sea amo en su casa, constituye nuestro espesor de ser.

Nuestra civilización vive bajo un ideal de transparencia que quita el espesor del ser, la opacidad y el misterio que hace que se pueda conservar el enigma que constituimos para nosotros. El cuerpo mismo es empujado al extremo como si el sujeto intentara recuperar en la sensación una existencia, un espesor de ser, un cuerpo.

Asistimos hoy al fracaso de toda sublimación, es un tiempo de pasiones tristes.

“Soy lo que digo ser”, las identificaciones hoy le son impuestas al sujeto. Los significantes amos etiquetados introducen un forzamiento identificatorio, separado de la experiencia de las relaciones, una identidad fija.

El lugar de la palabra está atomizada, en su lugar viene un significante amo de la época.

La naturaleza de las figuras que fascinan hace que el sujeto se pierda en ellas. Asistimos a un aplastamiento por la imagen del “yo ideal”

¿Qué pasa con los niños? ¿Bajo qué influencias de la época transitan la infancia?

Hoy en día, al niño, le habla más el Otro digital que los adultos que lo rodean. Ese Otro de la pantalla tiene la particularidad de que dice lo mismo a cualquiera, haciendo de todos los niños, el mismo niño. La época, a través de sus pantallas y su internet, ha invadido la vida de los pequeños con fantasías prêt a porter para todos iguales. Así, fomenta un modo de goce y de lazo homogéneo, único, sin cuerpo. Ofrece un deseo incapaz de ser “no anónimo” (Lacan, 2012, p. 393). Impide al infante servirse de sus significantes amo para tratar su goce singular.

El niño que queda encandilado por la pantalla no fantasea; las máquinas lo hacen por él. El objeto consumido, queda a merced de juegos en los que lo único que se le exige es reacciones rápidas y atención descentralizada (ya no “metonímica”, sino en varias dimensiones y direcciones a la vez: en red). No hay "carretera principal". Se promueve otro modo de organización subjetiva en la cual se da libertad y autonomía respecto del otro, pero esclaviza respecto de lo digital. Estos aparatos invitan a que la subjetividad funcione del mismo modo que los algoritmos; pero, a su vez, se imponen como una inteligencia superior a la humana que se ofrece al modo de un Otro-auxiliar al servicio de un ser que queda ’hablado’ (un parlé-être) por la IA (inteligencia artificial).

Youtubers- Ticktokers- Influencers

Es importante destacar otra particularidad de la época que anula la fantasía infantil: youtubers, tick tockers e influencers están sostenidos por la misma estructura algorítmica de los juegos digitales. Y tienen la particularidad de introducir al niño en una “memeificación” ‒una banalización‒ de las condiciones de la vida. Son la nueva pornografía: simulan que la proporción sexual existe, que el goce todo es posible y que la imagen es reina. Nada es serio, nadie se hace cargo, todo es instantáneo, todo es consumismo, todo es virtualidad.

Las imágenes muestran para esconder

Para Jacques Lacan la mirada es una ventana: “La ventana que uno llama mirada”, dice en el Seminario 13 (1965-1966, s/p).

Tenemos entonces “la mirada” que es la ventana misma, la ranura dice Lacan, que es la condición de la visión. Y con eso Lacan trabaja las concepciones clásicas de la fenomenología donde la dialéctica es entre el sujeto que percibe y el objeto percibido que está enfrente. Es por eso que Lacan invierte con su objeto mirada, que ya no está “enfrente” sino fuera del campo visible, convirtiendo a lo perceptible, a la imagen en este caso, en una mera pantalla.

Eso permite entonces a Lacan explotar el aspecto doble de la imagen: al mismo tiempo muestra y esconde. La imagen “muestra para esconder” (Miller, 1994, p. 237). Toda una erótica se despliega a partir de estas precisiones. Una erótica y también toda una estrategia del rechazo, del velo sobre la castración y la muerte.

El i (a) de la imagen esconde el objeto pequeño a. Es la dialéctica que clásicamente Lacan ha explorado: lo que se da a ver esconde.

Entonces las imágenes quedan del lado del engaño como toda la tradición filosófica lo señala y el desprestigio clásico por lo imaginario lo sostuvo, hasta que la actualidad puso las imágenes en lo alto del imperio.

Jacques-Alain Miller (1994), en Las cárceles del goce, dice que el velo tiene también la función de que “al esconder hace existir lo que no se puede ver” (p. 237). Hay ahí entonces una función capital de la imagen, de lo imaginario, en relación a la castración y a la falta de objeto. Es la dialéctica entre el sujeto y la nada, mediada por el velo fálico. Es en esa dialéctica de rechazo de la falta que se funda el secreto del campo escópico para Lacan.

Miller dice en ese texto, que, según Husserl, una de las propiedades del objeto percibido es que siempre hay en él, algo que no se puede ver.

¿Cómo pensar esto hoy, cuando el mundo se ha convertido en un omnivoyeur?

Las imágenes demuestran una actividad inédita que cuestiona la partición clásica de lo visible y lo invisible y exceden además la partición de percipiens- perceptum. Se anuncia una cierta “independencia” de las imágenes que, como la lata de sardinas de Lacan, no son solo un objeto pasivo del perceptum sino que su “actividad” vuelve al percipiens un elemento más de un cuadro.

Imágenes que nos miran

Ya no es la relación entre el sujeto y la nada mediada por un velo, sino el desgarramiento del velo que deja pasar un real. En esta dirección vemos que las imágenes quedan muy cerca de la experiencia de las pesadillas. Dice Lacan que las pesadillas son un imaginario que funciona como real. Mauricio Tarrab (2005), en Lo imaginario en Lacan, habla de un punto fatal donde las imágenes ya no son un simulacro sino que sus efectos pasan al cuerpo, lo afectan, lo conmueven.

En este sentido pienso en el efecto en el cuerpo de los niños a partir de los videos que ven con insistencia: Cartoon Cat, Skibidy toilet, Poppy playtime, (Huggy Wuggy).

A continuación, haré una breve descripción de los mismos.

Cartoon Cat: es una criatura humanoide con forma de gato, con ojos grandes, blancos, redondos, que contrastan con el cuerpo oscuro, orejas puntiagudas y sonrisa exagerada. Se mueve con la lógica de los dibujos animados antiguos, lo cual lo hace impredecible.

Su creador ha inventado un muñeco que toma vida de forma siniestra, con habilidades de deformación corporal, se aplasta, estira, regenera, generalmente transita por lugares abandonados.

Skibidi toilets: son inodoros con una cabeza humana en lugar de tapa, cantan y abren la boca. Se muestran devorando o absorbiendo a sus enemigos.

Representan una especie invasora o ejército surreal, por eso para algunos resulta gracioso y para otros inquietante. Muestra una estética caótica, movimientos repetitivos, zooms grotescos, sonidos pegadizos.

Huggy Wugggy: es un monstruo azul gigante con aspecto de peluche, con una boca enorme y aterradora con varios dientes afilados. En el juego, aparenta ser una mascota, pero en realidad es una figura hostil que persigue al jugador. Mezcla la ternura de un peluche con lo terrorífico de un monstruo.

En la clínica y en las instituciones escolares se observan una serie de síntomas en los niños como efecto de las influencias que estos videos provocan en ellos, podría decirse “que les gusta ver aquello que los asusta”.

Tal como sucede en las pesadillas el real toca el cuerpo, los niños se presentan irritables, inquietos, agresivos, generalmente inician juegos que implican el choque de los cuerpos, se pelean, se lastiman. En algunas oportunidades han desarrollado encopresis retentivas evitando el encuentro con los skibidy toilets en el inodoro. Duermen pocas horas, el goce en el cuerpo los agita, dificultando que consientan a dormir.

Acerca de los sueños y las pesadillas

En 1963, en su Seminario sobre La angustia, Lacan (2007) aborda la pesadilla poniendo el énfasis en la presentificación en el sueño de un Otro en posición enigmática. El enigma, consecuencia de la confrontación con un significante opaco y vacío de significación en cuanto al deseo del Otro, está ligado a una certeza: ese Otro quiere algo y el sujeto lo ignora. Allí reside la señal de angustia: es la señal de que ya no podemos jugar con el deseo del Otro. Podemos pensar en este punto el porqué de la frecuencia de los sueños de angustia en el niño quien es por excelencia el objeto de demandas y de los deseos parentales, sujeto sujetado al deseo enigmático del Otro.

Vemos cómo los sueños de angustia se inscriben en esta brecha que se presenta al niño en el momento en que la falta del Otro aparece y que él ya no sabe qué quiere ese Otro, confrontación al enigma del deseo del Otro y la angustia consecuente, el sujeto ya no sabe qué objeto es para el Otro en su deseo.

En el Seminario La lógica del fantasma, Lacan (2023) describe cómo el sueño y el fantasma llevan la marca de una articulación con el deseo y sus paradojas, que implican vida y muerte, la tensión inherente a la experiencia de satisfacción en el ser hablante. La dimensión del malentendido nos ofrece una perspectiva nueva, para volver a las elaboraciones anteriores de Lacan a partir de lo real en juego presente en las ficciones infantiles. Los niños hacen uso de importantes herramientas significantes a su alcance en cada momento de su existencia, para afrontar el real de un goce que puede ser experimentado como invasivo y destructor. Es a partir del tratamiento que pueden dar a este goce que ellos se constituyen como sujeto, no sin tener que lidiar con los restos que se alojan en su cuerpo.

Abordar los sueños y fantasmas de los niños desde esta perspectiva nos lleva una vez más a interrogar la posición del analista al escuchar a los niños y sus ficciones, estando atentos a aquello que, en su discurso, en sus juegos y en el relato de sus sueños, se circunscribe como puntos de imposible, que les permite hacer la travesía de la exasperación a la separación. Al explorar el malentendido, nos dice Lacan, lo que se revela es la fantasía.

Sigmund Freud (1990) se dedicó a explicar cómo se forman los sueños. En su primera teoría propone que al dormir el yo baja la guardia permitiendo que a través de un trabajo de condensación y desplazamiento que deforma lo reprimido los contenidos del inconsciente pueden surgir. Es así como el sueño podría alucinatoriamente realizar los deseos inconscientes sin demasiada censura.

A través de esas deformaciones el soñante toleraría las representaciones. En ese aspecto el sueño efectivamente sería el guardián del dormir.

Freud agrega que, en el caso de los niños, la realización de deseos sería más directa dado que aún no habría actuado la censura. El sueño, entonces, tendría menos necesidad de disfrazarse. Un ejemplo de Freud es el de su hija Ana que después de un día de dieta murmura dormida “fresas, fresas frescas, papilla”. Freud lo coloca entre los sueños de niños hambrientos que se satisfacen alucinatoriamente. Sin embargo, a partir de esta primera teoría del sueño, no se explicaría el rechazo de los niños a dormir, acompañado generalmente por angustia.

El sueño entonces tiene un origen traumático y se aproxima a la idea de Lacan que plantea que hay un real implicado en él. Real que puede ser eficazmente velado o no, y en este último caso dar origen, entonces, a las pesadillas. Es un punto de falla en la red simbólica que teje el sueño. Estamos ante lo Unerkannt freudiano, lo no reconocido, punto en el que se detiene el sentido del sueño. Eso no simbolizado, ni simbolizable, se enlaza, para Freud, a lo reprimido primordial. Aquello que no puede ser dicho es para Lacan un agujero del orden de lo real.

El niño se encuentra por estructura más cerca de lo primordialmente reprimido, más a merced del real traumático. Esto lo hace estar, por lo tanto, más próximo a aquello que en el sueño se presenta como insondable, siendo ese punto de falla en el tejido lo que despierta en los sueños.

Al no contar aún de lleno con la red simbólica, el niño, no ha tomado posición en un discurso. En el grafo del deseo lo ubicamos en un entre dos, entre enunciado y enunciación. Esto tiene como consecuencia que se encuentre carente de poner en marcha el proceso de desciframiento inconsciente que velaría eficazmente la pesadilla. Sin todo el andamiaje que provee la neurosis, se le hace más difícil elaborar mediante el trabajo del sueño lo pulsional aflorante.

Si “lo simbólico se afloja puede advenir entonces una irrupción de goce sobre el cuerpo, un acontecimiento del cuerpo que despierta” (Berenguer, s/p). Consideramos, entonces, la pesadilla como un acontecimiento de cuerpo que hace presente lo indecible. Confronta al sujeto a un significante opaco, un vacío de significación en el Otro. Vicente Palomera (2013) ha trabajado este tema en Dormir no es tan fácil: “la pesadilla pone en juego un goce oscuro que no se presenta en forma de lenguaje: de él no se puede decir nada, es opaco, impensable e innombrable”.

En latín pesadilla se dice incubus, la traducción de “in” es “sobre” y de “cubare” es “yacer”, “acostarse”. En la creencia y mitología popular europea de la Edad Media, Incubus era un demonio que se suponía se posaba encima de la víctima durmiente para tener relaciones sexuales. O sea, era un monstruo que venía a gozar secretamente del sujeto durante el sueño.

La mitología ha dado sentido a ese vacío de significación que Freud ubicó como Unerkannt en el sueño, haciendo existir al Otro que no existe. El demonio no es más que la figura del Otro gozador que el sujeto inventa en el fantasma. Los monstruos en los niños tienen el mismo origen, hacen existir un Otro malo, pero un Otro al fin. El monstruo pone un nombre a ese agujero de significación. Los monstruos son el intento de remiendo con el que se da forma a lo informe que se presenta durante el sueño.

En la actualidad, los niños se encuentran bajo la influencia de los videos con imágenes terroríficas, sin velo, el Otro malo se presentifica en cada escena, al decir de Miller (2013) en Interpretar al niño, en algunos casos se produce una especie de colapso del proceso secundario.

En esta dirección formulo mi hipótesis de investigación que titula este trabajo: “los niños en la actualidad se encuentran bajo la influencia de imágenes que los sumergen en una pesadilla diurna”.

Referencias bibliográficas:

Alberti, C. (2024, 27 de noviembre). Conferencia pronunciada en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA). XVI Congreso Internacional de Investigacion y Practica Profesional en Psicologia “Aportes para una Psicologia del siglo XXI”.
Berenguer, E. (s.f.). Con qué sueñan los niños. [Conferencia]. Centro de Documentación y Publicaciones de la ELP. Recuperado de https://www.cdpvelp.org/resena-conferencia-enric-berenguer-con-que-suenan-ninos
Freud, S. (1900). La interpretación de los sueños. Franz Deuticke.
Koretzky, C. (2023). Sueño y Fantasma. Rayuela. Publicación Virtual de la Nueva Red Cereda, América.
Lacan, J. (2023). El Seminario. Libro 14: La lógica del fantasma. (1966). Paidós.
Lacan, J. (2012). Notas sobre el niño. En Otros escritos. Paidós.
Lacan, J. (2007). El Seminario. Libro 10: La angustia. (1962-1963). Paidós.
Lacan, J. (2006). El Seminario. Libro 23: El sinthome. (1975-1976). Paidós.
Lacan, J. (1965-1966). Seminario 13: El objeto del psicoanálisis. Inédito.
Miller, J.-A. (1994). Las cárceles del goce. Conferencias porteñas, Tomo 2. Paidós.
Miller, J.-A. (2013). Interpretar al niño. Nueva Red Cereda. https://nuevaredcereda.es/wp-content/uploads/2024/02/2o-Interpretar-el-nino-J.-A.-Miller-2013.pdf
Negro, M. A. (2023) ¿Cómo incide la época en la creación de fantasías por parte del niño? Rayuela. Publicación Virtual de la Nueva Red Cereda, América.
Palomera, V. (2013). Dormir no es tan fácil. ELP.
Tarrab, M. (2005). Lo imaginario en Lacan. Grama.



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