Mucho ruido acerca de algo
Mucho Ruido Y Pocas Nueces | William Shakespeare | 1598
Rafael Krasnogor

Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL)
Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP)
Universidad Nacional de Tucumán (UNT)
Diplomatura en Clínica Psicoanalítica (UNT)

rkrasnogor@gmail.com

El título de este artículo alude a una clase de Jacques-Alain Miller de su seminario Causa y Consentimiento (2019) en donde cuenta su visita a los Estados Unidos. Allí es invitado por la universidad de Kent -Ohio- para hablar sobre psicoanálisis y elige como asunto la cuestión del lenguaje. Para esta finalidad se apoya en la comedia de Shakespeare “Mucho Ruido Y Pocas Nueces” (1598). Lo que en un principio puede parecer extraño o, por supuesto, en el mejor de los casos causar curiosidad veremos, cómo a lo largo del desarrollo, el tema del lenguaje es central.

Partamos entonces de la siguiente pregunta. ¿Qué tendrá que ver Mucho Ruido Y Pocas Nueces, comedia que se refiere a un autor: Shakespeare, y el lenguaje? Si buscamos en la comedia. [1] y profundizamos en su estudio y lectura, no encontraremos demasiado en torno al lenguaje y sin embargo tenemos que señalar que los desarrollos sobre el tema son cruciales.

Sabemos que el dramaturgo inglés no solo escribió sobre comedias y quizás, habría que decir, no es por las obras que más se lo conocen, mucho menos sobre temas vinculados al lenguaje. Sin embargo, este universo discursivo compuesto por distintos enunciados, son los que a partir de la propuesta de Miller (2019) va a permitirnos abordar el lenguaje desde una perspectiva lógica. La vemos.

Dos formas lógicas se imponen para organizar el universo que hemos expuesto. Una, la de los predicados simples que responden a la lógica aristotélica. Y otra, la de los predicados compuestos o, por qué no, funciones proposicionales desarrolladas por Bertrand Russell (1905).

Desde la lógica aristotélica “Shakespeare es inglés” (1598) se escribe o, mejor dicho, se formaliza de la siguiente manera: “f.a”. En donde “f" es el predicado que dice sobre el sujeto y “a” es el sujeto o constante de la proposición, en caso que podamos hablar de constante aún en una proposición como la de “f.a.”, pero dejemos para más adelante esta discusión.

Entonces “Shakespeare es inglés” (1598) la escribimos “f.a” en donde “a” es predicado por “f” y “f” predica sobre “a”. Quizás hay que esperar hasta Hegel para mostrar que, en esta proposición simple, de primer orden, ya se encuentra la dialéctica del amo y del esclavo, pero también este asunto lo dejamos por el momento. Ahora bien, este tipo de expresión tienen otra particularidad y es la de ser susceptibles, una vez formalizados, de afirmarse o negarse. En lenguaje lógico, diremos que adquieren función de verdad.

Ahora, si quisiéramos formalizar “Shakespeare es inglés” (1598) pero esta vez utilizando la función proposicional de Russell (1977), encontramos un universo completamente distinto. Dicho de otra manera, un lenguaje lógico diferente al de la lógica tradicional aristotélica con problemas completamente diferentes y muy interesantes que esperamos abordar. Lo vemos.

Sustituyamos “Shakespeare es inglés” (1598) por “el dramaturgo de comedias es inglés” y nos encontraremos con una formalización de otro orden, puesto que no se trata simplemente de cambiar el nombre propio por una descripción definida. La escritura sería: Ex. F (x) ^ ∀ y (F (y) → x=y ^ A (x). Toda esta fórmula para decir “Shakespeare es inglés” sólo que, recordemos, hemos sustituido el nombre propio por el de: “el dramaturgo de comedias”. En la fórmula extensa decimos: existe un “x” tal que si “F de x” y para todo “y F (y)” entonces “x” es “a”; “y” es “a”.

¿Qué encontramos en esta fórmula? Tres enunciados distintos para modificar el nombre propio por una descripción indefinida:

1- Ex F(x) = Existe un “x” tal que un “F(x)”.
2- ∀ y F (y) = para todo “y” si “F(y)” entonces “x” es igual a “y”.
3- A (x) = “x” es “A”.

En el lenguaje ordinario, si traducimos esta fórmula diríamos: existen uno y solo uno que es el dramaturgo de comedias.

Hemos planteado todo esto a los fines de introducirnos en los importantes desarrollos de Bertrand Russell, Sobre la denotación, escrito en 1905. Más adelante, volveremos sobre las fórmulas lógicas recién escritas.

El asunto que queremos abordar en primera instancia es la denotación. Esto es: ¿qué significa denotar?, y ¿por qué es un problema crucial del lenguaje y, por supuesto, para el psicoanálisis?

Este marco introductorio permite iniciar una lectura preliminar sobre el artículo de Russell: Sobre la denotación (1905). Para lograr una comprensión acabada o al menos aproximada del texto, queremos agregar al menos dos asuntos más en torno del lenguaje. El lenguaje, escribe Russell, tiene una función fundamental y es el de la comunicación y, para tal fin, éste debe ser público y no un dialecto privado de invención personal. Estas tres notas que señala el autor pueden ser largamente discutidas, desde el psicoanálisis basta recordar que el sueño es el lenguaje del durmiente que puede o no comunicar si es que hay alguien que lea o interprete este lenguaje privado. Sin embargo, recordemos que en esta primera parte se realiza una aproximación a lo que el filósofo inglés sostiene sobre el lenguaje.

Una primera conclusión que extrae el filósofo es:

Lo que hay de más personal en la experiencia de cada individuo tiende a evaporarse en el proceso de su traslado al lenguaje y lo que, es más, el mismo carácter público de lenguaje es en gran parte una ilusión (Russell, 1977, p. 18).

Russell (1905) indica la evaporación en el traslado al lenguaje de una experiencia, casi como un proceso de traducción en el cual algo se pierde, se evapora y, segundo, refiere a la dimensión ilusoria de aquel. Diríamos dos asuntos muy problemáticos que habitan la conducción humana. Supongamos el siguiente ejemplo propuesto por el filósofo:

1)“Nunca podré transmitir el horror que sentí al ver buchenwald”.
2) "No hay palabras para expresar mi alegría al ver nuevamente el mar después de años en un campo de concentración” (p.17).

Explica Russell (1905) que ambas afirmaciones traducen algo estrictamente verdadero basado en la experiencia de un conocimiento que solo posee el fruidor: “un conocimiento que poseen aquellos cuya experiencia ha sido diferente, y ese conocimiento no es completamente susceptible de expresión verbal” (p.18). Lo que lleva al problema del conocimiento y su transmisión. Por supuesto que un artista o poeta o, simplemente, alguien con una condición literaria, explica Russell, podría hacernos fruir esa experiencia que el lenguaje intenta aprehender. Pero qué sucede con el conocimiento científico en dónde es inaceptable la evaporación, la imprecisión de lo que se desea indicar, denotar. Más aún qué sucede, como explica Miller (2019), a propósito del uso referencial del lenguaje que es definitivamente y finalmente el tema que trata nuestro autor:

El uso referencial del lenguaje tiene el imperativo como telón de fondo: seleccionar sin ambigüedad en el mundo un objeto para que nos lo traigan es lo que ocurre en los procesos judiciales. Hay un elemento de prueba y, dado que es muy importante que el lenguaje carezca de ambigüedad [2], ese elemento es prolijamente numerado, de manera que, en cierto momento el juez dice: “Traigan el elemento número tanto”, se lo llevan, y entonces cabe decir que el lenguaje desempeña bien su oficio. El secretario judicial va a buscar el objeto número tanto y lo lleva ante el juez, que dice que en efecto es el objeto número tanto. Tal es el modelo del uso referencial: denotar sin ambigüedad, de modo que les traigan lo que hay que traer (Miller, 2019, p. 339).

Vamos a decir que justo aquí en el uso referencial del lenguaje se encuentra la cuestión problemática que Bertrand Russell (1977) ilumina con sus fórmulas lógicas — función proposicional — y que Miller (2019) rescata para mostrar el aporte del psicoanálisis. Agreguemos un asunto más, muy importante, y que tiene un aire de familia con el ejemplo que Freud utiliza a propósito del Fort-Da. Russell imagina lo siguiente para mostrar cómo alguien aprende el lenguaje:

Hay dos maneras de aprender qué significa una palabra: una es por la definición de la palabra en términos de otras palabras, lo que se llama definición verbal; la otra es oyendo con frecuencia la palabra cuando está presenta el objeto que denota, lo que recibe el nombre de definición ostensiva (Russell, 1977, p. 18).

Las definiciones ostensivas son entonces aquellas por medio de las cuales aprendemos el significado de una palabra por medio del uso de la misma y cuyo telón de fondo presentifica el objeto denotado por el uso. Explica el autor:

Creo que podemos distinguir los usos elementales de una palabra en indicativos, imperativos e interrogativos. Cuando un niño ve venir a su madre, puede decir <<¡Madre!>>. Este es el uso indicativo. Cuando quiere que ella acuda, dice <<¡Madre!>>. Es el uso imperativo. Cuando ella se disfraza de bruja y el niño comienza a percibir tras el disfraz puede decir <<¿Madre?>>. Este es el uso interrogativo. El uso indicativo debe ser primero en la adquisición del lenguaje, pues la asociación de palabra y objeto significado solo puede crearse por la presencia simultánea de ambos (Russel, 1977, p. 82-83).

Como mencionamos anteriormente, este ejemplo tiene algunas similitudes con Freud. Recordemos que, en 1920, el vienés escribe Más allá del Principio del Placer y en el capítulo 2 encontramos el ejemplo a propósito de un niño, su madre y un juego, quizás la adquisición del lenguaje no fue lo que motivó a Freud esta experiencia, sin embargo, es posible tomarla y analizarla a la luz de la adquisición del lenguaje y el problema que el filósofo inglés plantea.

El desarrollo intelectual del niño en modo alguno era precoz; nos cuenta Freud:

al año y medio, pronunciaba apenas unas pocas palabras inteligibles y disponía, además, de varios sonidos significativos, comprendidos por quienes lo rodeaban (...) sobre todo no lloraba cuando su madre lo abandonaba durante horas (...). Ahora bien, este buen niño exhibía el hábito, molesto en ocasiones, de arrojar lejos de sí, a un rincón o debajo de una cama, todos los pequeños objetos que hallaba a su alcance (...). Al hacerlo profería, con expresión de interés y satisfacción, un fuerte y prolongado << oooo >>, que, según el juicio coincidente de la madre significaba << Fort >> “se fue”. Un día hice la observación que corroboraba mi punto de vista. El niño tenía un carretel de madera atado con un piolín (...) con una gran destreza arrojaba el carretel, al que sostenía por el piolín, tras la baranda de su cunita el carretel desaparecía ahí dentro, el niño pronunciaba su significativo << oooo >> y después, tirando del piolín, volvía a sacar el carretel de la cuna, saludando ahora su aparición con un amistoso << Da >> “acá está” (Freud, 1918, p. 15).

Para Freud (1918) la interpretación del juego es obvia, de lo que se trata es de la ausencia de la madre, para decirlo en clave de nuestro filósofo, del uso ostensivo del significado de la palabra madre, pero, con una diferencia fundamental, “se entramaba con el gran logro cultural del niño su renuncia pulsional de admitir sin protesta la partida de la madre. Se resarció digamos escenificando por sí mismo, con los objetos a su alcance ese desaparecer y regresar” (p. 15).

La diferencia fundamental con el ejemplo de Russell (1977) es que aquí no se trata de la presencia de la madre sino, por el contrario, de su ausencia, la denotación de la ausencia del objeto. Para decirlo de otro modo, la denotación de la ausencia del objeto sólo es posible por el saldo del juego presencia/ausencia de la madre. Este es el resultado obtenido de la alternancia -presencia/ausencia- y su formalización lógica es: Fort-Da.

La lectura de Miller (2019) que seguimos, permite traducirla a una fórmula lógica, la de la función proposicional. Entonces: “mucho ruido acerca de algo” se escribe como sigue: “F (x)”, y si, además, explica el autor, le agregamos los cuantificadores, tanto el existencial como el universal, obtendremos los elementos para un análisis lógico del lenguaje que, además, contemple la lógica del Fort-Da: ∃x. F (x) ∀x F(x).

El lenguaje es, en calidad de tal, referencial, es decir que en el fondo es << mucho ruido acerca de algo >>. [3] Concluye Miller (2019):

Una suerte de máquina, un aparato de referencias cuya función es indicar sin ambigüedad de qué se trata o, más precisamente, indicar al otro de qué se trata lo que ustedes tienen en la cabeza, hacérselo notar, o bien hacer que comprenda a qué objeto del mundo exterior apuntan, por ejemplo, para que él se lo traiga (p. 389).

Por supuesto que la anotación lógica del Fort-Da lo que nos muestra es la falla de la etiqueta, la cual, hay que decir, siempre va a fallar si seguimos a Freud (1920). Russell (1977) demuestra lógicamente, esto es, por medio de su formalismo que el lenguaje es una máquina de fallar, su escritura al tiempo que ilumina este aspecto, lo resuelve, sutura la denotación de todos, algunos y ningunos. Forma elemental y primaria del indicativo. El caso extremo de la falla que analiza el filósofo es el de los nombres propios.

Lo que comúnmente se llama nombres propios —por ejemplo, Sócrates— puede definirse, si estoy en lo cierto, en términos de cualidades y relaciones espacio temporales, y esta definición constituye un verdadero análisis. La mayor parte de las proposiciones del sujeto y predicado, tales como Sócrates son chato, afirman que una cierta cualidad, nombrada por el predicado forma parte de un haz de cualidades nombrado por el sujeto siendo este haz una unidad en virtud de la copresencia y de relaciones causales. Si esto es correcto, los nombres propios, en el sentido ordinario, son engañosos, implican una metafísica falsa (Russel, 1977, p. 96).

Si miramos la formalización lógica de Freud (1920): Fort / Da, lo primero que se advierte es que no intenta suturar la falla referencial. Al contrario, parte de allí y formaliza lo que el filósofo inglés denomina metafísica falsa. Mientras que el primero intenta purificar el lenguaje a través de las formas lógicas, el segundo aprovecha la metafísica del lenguaje, se nutre de ella. En otras palabras, formaliza la ausencia del objeto.

Esta extensa introducción permite interrogarnos sobre el mundo actual y los temas acuciantes que hacen pensar los nuevos problemas y sus vicisitudes. Un mundo, por ejemplo, en el que la inteligencia artificial puede volverse amenazante, para algunos, novedosa para otros o, simplemente, una revolución tecnológica que salvará al hombre del hombre mismo. Nos preguntamos ¿no es mucho ruido acerca de algo? Los planteos de los dos pensadores —Russell y Freud— iluminados por la lectura de Miller, permiten avizorar el fondo de la cuestión o, mejor dicho, muestran lo que podría parecer profundo, es simplemente superficie plana o superficie, cuyo fondo es la denotación de una ausencia absolutamente irreductible.

No podemos saber el futuro de la inteligencia artificial como en su momento fue el de esa tecnología que el hombre desconocía y se llamó escritura, pero sí podemos saber al menos dos cosas:

1) El amo del mañana nos domina desde hoy.
2) Qué efectos encontramos en los sujetos: el primero, hay que decir es el que comunica Russell, esto es, el de la identidad y sus problemas en otras palabras, la metafísica falsa y el filósofo creyó resolverlo. Sin embargo, sabemos que el lenguaje es una máquina fallida de etiquetar, la etiqueta no cubre lo etiquetado.

Referencias bibliográficas:

Freud, S. (1920). Más allá del principio del placer. Ed. Amorrortu.
Miller, J-A. (2019). Causa y consentimiento. Ed. Paidós.
Russell, B (1977). Sobre el conocimiento humano. Ed. Hyspamerica.
Russell, B. (1905). Sobre la denotación. TM Simpson (comp.) (1973) Semántica Filosófica: Problemas y Discusiones. Madrid. Siglo XXI.
Shakespeare, W. (1598). Mucho ruido y pocas nueces. Editorial Alianza.



NOTAS

[1La comedia en cuestión se refiere a las peleas políticas desarrolladas en una localidad italiana: Mesina, ciudad portuaria de Sicilia. Por supuesto que el malentendido, como es de esperar en las obras de Shakespeare, es lo que prima en la comedia y será sobre la base de este “error” que se desarrolla la misma. El Príncipe don Pedro de Aragón regresa de una batalla. Entre sus hombres se destacan: Claudio, un soldado y su amigo Benedicto y un hermano bastardo (y malvado): don Juan, con quien don Pedro acaba de reconciliarse. Los recibe el gobernador que vive con su hija Hero y su sobrina Beatriz. Claudio, el soldado, se enamora de Hero y al enterarse Pedro del amor de Claudio por Hero decide ayudarle a conquistarla. Para tal fin utilizan el baile de máscaras en dónde Pedro se hará pasar por Claudio pero no cuentan que un criado escucha la conversación entre don Pedro y Claudio, cree que el enamorado es don Pedro y este error desarrolla los malos entendidos propios de Shakespeare. Por supuesto que a la luz de nuestro escrito el malentendido es el problema del referente en el lenguaje asunto que desarrollamos en este escrito

[2Las itálicas son del autor.

[3Vale incluir aquí el aporte de Freud en torno al juego del Fort-Da